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jueves, 28 de abril de 2016

SIGNIFICADO POLÍTICO DE LA ESCUELA ELEMENTAL EN EL PENSAMIENTO DE SIMÓN RODRÍGUEZ

Simón Rodríguez. 1769-1854
Prof. Carmen Elena Chacón.
Cátedra de Historia de las Ideas Pedagógicas en Venezuela.
Departamento de Teorías e Historia de la Educación.
Escuela de Educación. 
Universidad Central de Venezuela.

  En el contexto de la construcción del proyecto político republicano, hacia comienzos del siglo XIX y con base en el pensamiento de la Ilustración, la institución escolar pasa a considerarse como uno de los instrumentos más importantes, junto con la prensa, en la tarea de formar a los nuevos republicanos. De forma que su acción sobre las generaciones más jóvenes principalmente, tiene un significado político clave. De aquí que, junto con la asignación de la importante responsabilidad a la infancia, de ser los ciudadanos del futuro, con toda la carga moral que ello implica, la escuela, y más propiamente la primera escuela, escuela elemental o escuela de primeras letras, se convierte en la institución por excelencia para la formación de las nuevas generaciones en un momento de su desarrollo en el que están en las condiciones más adecuadas para ser socializados.

 

 

LA ESCUELA ELEMENTAL EN EL PROYECTO ILUSTRADO 


Hay un elemento que está presente en todos los proyectos que tienen como matriz intelectual el pensamiento de la ilustración, sean éstos de tipo revolucionario o de carácter reformista,  persigan éstos objetivos políticos o esencialmente económicos, y es la convicción de que los fines implícitos de formación de un nuevo hombre, acorde a las necesidades que exige la concreción de los programas propuestos sólo pueden desarrollarse por vía de la educación. A partir de esta convicción fundamental, surgen posturas diversas con relación al ámbito en el que dicho proceso ha de realizarse, así como su significación social.


Una de ellas, y la que vamos a desarrollar con profundidad puesto que es la que suscribe Simón Rodríguez, tiene que ver con la idea de que dicho proceso debe ser institucional e institucionalizado, ya sea que el objetivo que se busque tenga que ver  solamente con la formación de mano de obra calificada, o con la formación moral y política de los individuos. Este último objetivo, aunque de significado distinto dependiendo del contexto en el que se desarrolla está presente en la gran mayoría de los proyectos ilustrados sobre educación (recordemos que en este sentido los fines de formación del hombre en el marco del despotismo ilustrado se hayan más vinculados a la formación en el respeto al Rey y a Dios, mientras que en el contexto de la revolución de Francia lo que se busca es la formación de un ciudadano cuya virtud fundamental es el amor a la patria).


En función del logro de objetivos que, como hemos establecido, en algunos casos tienen naturaleza política, mientras que el otros son fundamentalmente económicos, se plantea la necesidad de universalizar la educación, así como de profundizar en el proceso de estatización de la misma, lo cual es para nosotros una de las dimensiones que asume el movimiento secularizador de la vida en general que caracterizó el devenir del siglo XVIII producto de la influencia del pensamiento ilustrado. Este proceso de estatización institucional corre paralelo a otro de secularización del proceso de enseñanza - aprendizaje que tiene que ver entre otras cosas con el reconocimiento del proceso educativo y de la escuela como instrumentos susceptibles de ser puestos al servicio de los intereses del ente político, sea éste el estado absoluto o el estado-nación república.


Como puede deducirse, esta nueva función social asignada en el marco de la consolidación de los estados capitalistas nacionales europeos, no puede ser concretada sin proceder  a consolidar primero el proceso de institucionalización de la escuela, así como la extensión de la institución a todo el ámbito nacional, lo que amerita definir una política coherente que así lo haga viable, ya que semejante objetivo supone uniformidad en todos los ámbitos vinculados al proceso de enseñanza - aprendizaje.[1]


Es preciso agregar que el objetivo de universalización de la enseñanza como principio político está vinculado con una estrategia de homogeneización de las costumbres considerado esto por algunos autores como una de las claves en la formación del ‘nuevo hombre’. En este sentido se expresaba Rolland d’Erceville en 1768 en los siguientes términos:

...sólo la uniformidad de la enseñanza puede producir la uniformidad de usos y costumbres (...) imbuidos desde su infancia de las mismas verdades, los jóvenes de todas las provincias se despojarán de los prejuicios de su nacimiento, se formarán las mismas ideas de virtud y de justicia, aprenderán a avergonzarse de las barreras que les separan de sus compatriotas (...) todos los intereses serán borrados.[2]

Nos quedaría por precisar entonces que esta escuela a la cual se le asigna específicamente la formación del hombre apto para vivir en el ‘nuevo orden’ que trata de imponerse, no es otra que la escuela elemental pública, que casi equivale a decir la institución destinada a dar educación al pueblo.

Decimos “casi”, porque parece ser que entre los ilustrados no existía una posición unívoca en torno al problema de la enseñanza pública, vale decir, de los objetivos que debía cumplir, los niveles que debía abarcar o a quién debía ir dirigida dicha educación. Al respecto refiere el historiador Manuel de Puellez, aludiendo específicamente a los planes de educación que fueron discutidos en las distintas asambleas que se llevaron a cabo después de 1790, que lo único en lo que los distintos sectores de la burguesía revolucionaria parecían estar de acuerdo era en el carácter público que debía tener la enseñanza. Así, con respecto a la concepción de la educación:

Unos opinan que la educación debe forjar el carácter del niño... pero otros creen que es prioritario disciplinar su espíritu; hay quien opina que debe atenderse sobre todo a la formación de la élite que ha de dirigir la nación, mientras que no faltan voces que se inclinen más por elevar el nivel cultural general del pueblo; otros afirman que el objetivo del Estado debe ser la educación como instrumento forjador de ciudadanos, sin que falten los que piensan que la meta fundamental debe ser la transmisión de conocimientos... A esta larga lista se podría añadir la discrepancia entre los partidarios de un sistema de instrucción pública limitado a la enseñanza primaria... y los que defienden la instauración de un nuevo sistema educativo -nacional, público y gratuito- que abrace desde los estudios elementales hasta los conocimientos superiores de las ciencias y las artes. [3]

Louis-René de Caradeuc de La Chalotais. 1701-1785
Así, a nuestro modo de ver, el proceso de institucionalización y estatización de la escuela dirigida a dar educación al pueblo, aparece como opción en proyectos que se debaten entre fundamentos opuestos, a saber entre la idea de libertad y la de control. Dichas posturas están vinculadas con una concepción  particular del saber y la función social que éste cumple y tendrá que ver también con los tipos de saberes que se considera deben ser generalizados. En este sentido podríamos considerar como contrapuestos los planteamientos de Caradeuc de La Chalotais y los de Condorcet. El primero de estos proyectistas afirmaba en 1763 que:

El bien de la sociedad demanda que los conocimientos del pueblo no se extiendan más allá de sus ocupaciones. Todo hombre que ve más allá de su triste oficio no llevará a cabo su trabajo con ánimo y con paciencia. Entre la gente del pueblo casi no es necesario saber leer y escribir, salvo aquellos que viven de las artes o que las artes ayudan a vivir.[4]

Condorcet posee en este sentido una posición diferente en tanto su concepto de educación es más coherente con el principio de libertad del hombre por vía del desarrollo del conocimiento, es decir, el saber hace posible que el hombre sea libre, en tanto no depende de otro para utilizar su capacidad de razonar. Vemos entonces como esta postura traduce la idea de Kant, Sapere aude!, acuñada como consigna de la Ilustración:

Si, a medida que las clases superiores se ilustran, los demás quedan en la ignorancia y la estupidez, se producirá entonces una división en cada nación; existirá un pueblo señor y un pueblo esclavo, y, por consiguiente, una verdadera aristocracia respecto de la cual la sabiduría de las leyes no puede ni prever el peligro ni detener los funestos efectos.[5]


El punto importante  tiene que ver con el alcance de este planteamiento de carácter filosófico en la práctica, desde el punto de vista del logro de la igualdad civil, y, además, se alude al hecho de que el saber puede conducir asimismo a la desigualdad si sólo una parte de la sociedad tiene acceso a él.

En efecto, hay que recordar que el concepto burgués de igualdad, que es el que en definitiva se impone a raíz de la Revolución francesa, es esencialmente de naturaleza formal y esto se evidencia más claramente en las disposiciones que en las Constituciones posteriores a 1789, comenzando por la de 1791, consagran la desigualdad política al introducir condiciones para el ejercicio de los derechos propios de la ciudadanía. Así, finalizado el período más arduo del proceso revolucionario francés, la Constitución de 1795 restableció el sufragio censitario y asignó el voto sólo a aquellos que supieran leer y escribir. No hay que profundizar mucho en los análisis para concluir la significación que dicha decisión tendría en una realidad en la que la mayoría de la población carecía de los más elementales rudimentos de acceso a la cultura.[6]

Casi simultáneamente, en España la situación  no se diferenciaba mucho de lo planteado. Al respecto dice Julia Varela:

...los proyectos ilustrados de educación, incluso los más radicales dentro de la nueva óptica, como el de Cabarrús, no tienen como objetivo lograr una igualdad real entre los ciudadanos sino enseñarles a desempeñar él puesto que les asignen los poderes públicos... [7]

Como puede apreciarse, el problema planteado aquí tiene que ver con el significado y consiguientemente con el alcance social de la igualdad como principio: en el caso de los ilustrados españoles, es preciso inscribir dicho concepto en el marco de la mentalidad estamentalizada que la determina y ante la cual la mejor salida significa, garantizar el desarrollo de las potencialidades laborales del hombre, pero siempre dentro de su estamento de origen. Es así como los intelectuales de la reforma ilustrada española resuelven esta contradicción.[8]

Francisco Cabarrús Lalanne Conde de Cabarrús. 1752-1810

Sea cual sea la consideración, la educación y la escuela en este contexto aparecen como los instrumentos idóneos para lograr los fines de formación que se proyectan. En el sentido político, a nuestro modo de ver, la escuela elemental cumple simultáneamente dos procesos que no pueden ir desvinculados, es decir, enseñar los principios sociales, pero a la vez contribuir con el proceso social de legitimación de dichos principios, proceso éste para cuya profundización también se utilizarán en su momento otros instrumentos como la prensa. A nuestro entender es aquí donde reside el verdadero significado político de la escuela, y su contribución como institución puesta al servicio del estado para lograr los grandes objetivos de felicidad individual y progreso social de los programas políticos ilustrados. Al respecto apunta la historiadora Catherine  Kintzler:

Ninguna realidad social tiene legitimidad por sí misma ni puede presentarse como un fin político. Una colectividad humana por el mero hecho de encontrarse ya constituida, no puede arrogarse el derecho de hacer leyes ni de hacerse obedecer, necesita otro tipo de fundamento más fuerte. [9]

La escuela elemental debe cumplir este propósito de legitimación por dos vías: la enseñanza de los principios sociales unida a la de los llamados conocimientos útiles y la reforma de las costumbres, lo que en última instancia convierte a la educación elemental en un mecanismo de control social, de aquí la importancia de su institucionalización. Entendida desde este punto de vista, su función es entonces igualmente válida tanto en el contexto de la sociedad monárquica como en el de las nuevas sociedades republicanas. Y de ello, el propio Simón Rodríguez está muy consciente:

Educación popular, las hay en las monarquías mitigadas, para embaucar a los pueblos, haciéndoles creer que el Soberano se interesa por su ilustración; pero el tema de las lecciones es, obedecer ciegamente al ungido del Señor, para asegurar su salvación. En las Repúblicas la Escuela debe ser política también; pero sin pretextos ni disfraces [...] La política de las Repúblicas, en punto a instrucción, es formar hombres para la sociedad.[10]

Sin embargo, es interesante notar el hecho de que en este contexto, los significados sociales que adquieren los conceptos de igualdad, entendida como igualdad formal o igualdad ante la ley y progreso social, permiten soslayar las contradicciones interclases en tanto no se maneja todavía el concepto de movilidad social tal como lo conocemos actualmente. En este sentido, la escuela entonces no se entiende como vehículo de movilidad social, aunque sí contribuye al fortalecimiento del estatus imperante debido a su papel legitimador.[11]

Y cualquiera que sea la idea que predomine, sea la de liberar o controlar a través de la educación, la instauración de un sistema de educación pública se convierte en uno de los puntos claves de las discusiones del período. Y en el ámbito de la educación pública, hay una corriente que considera que es la escuela elemental la que debe tener los mayores alcances. Es muy significativa la alusión que Rousseau incluye, con relación a este punto particular en su artículo sobre Economía Política, publicado en 1755 en La Enciclopedia, cinco años antes de escribir en Contrato Social y Emilio o de la Educación:

La patria no puede subsistir sin la libertad, ni la libertad sin la  virtud, ni la virtud sin los ciudadanos. Si formáis ciudadanos todo lo tendréis; si no, no tendréis más que malos esclavos, empezando por los jefes del Estado (...) La educación pública según las reglas prescritas por el gobierno y bajo magistrados nombrados por el soberano es, pues, una de las máximas fundamentales del gobierno popular o legítimo.[12]

Jean-Jacques Rousseau. 1712-1778
Para sintetizar, podríamos concluir que  estas consideraciones han sido el producto de un cambio ocurrido en la antigua forma socialmente aceptada de entender la escuela y su función, así como de la nueva manera de entender la infancia y las consecuencias sociales de esta nueva concepción. Así, lo primero tiene que ver con el hecho de que es la escuela elemental la puerta de entrada al proceso de escolarización de los individuos, la primera escuela, y por lo tanto aquella en la que se imparten los rudimentos del saber, pero también y según las nuevas ideas, los valores sociales más elementales y generales para la formación del ‘hombre nuevo’. La cuestión está en que en la gran mayoría de los casos,  la falta de una política coherente no permitió que esta escuela alcanzara el grado de generalización al que algunos proyectistas aspiraban.




La Escuela Elemental en el proyecto político de Simón Rodríguez                                       


Simón Rodríguez. 1769-1854
La escuela elemental siempre fue objeto de un interés particular por parte del maestro Simón Rodríguez. Es posible que esta sea la razón por la cual ya en 1791, a la edad de 20 años,  con la recomendación de Don Guillermo Pelgrom, quien era Maestro Principal de Primeras Letras, Latinidad y Elocuencia de la única escuela pública existente en la ciudad de Caracas para esa época, haya conseguido ser nombrado Maestro de Primeras Letras.[13]

De esta primera etapa de su gestión magisterial al frente de la sección de Primeras Letras de la Escuela Pública de Caracas, la cual duró cuatro años hasta 1795, solamente se ha conservado su notable escrito llamado Informe sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras de Caracas y modos de lograr su reforma por un nuevo establecimiento[14]. No es objeto de este trabajo hacer un estudio in extenso de dicho informe, sin embargo, es importante rescatar el hecho de que el mismo es expresión de lo que en aquel momento parecía constituir la preocupación fundamental de Rodríguez: mejorar la educación poniendo énfasis particularmente en todo lo referente al aspecto técnico del proceso enseñanza-aprendizaje, y  era lógico que fuera de esta manera dada la influencia ilustrada española de sus ideas en aquel momento.[15]

Esta influencia se percibe también en su idea sobre la necesidad de dar educación no solamente a los niños blancos, sino también a los pardos “aunque separadamente”, partiendo de que este sector cumple una función social muy importante cual es el ejercicio de las artes mecánicas que, como sabemos habían comenzado a ser objeto de interés dentro de la política española toda vez que se vincula esta actividad con el progreso material de la sociedad. A este respecto, el profesor Gustavo Adolfo Ruiz escribe:

La valorización que Don Simón Rodríguez hace de la clase de los pardos, de su condición de trabajadores y de la necesidad de su educación, coincide con posiciones mantenidas en España dentro de las concepciones de la Ilustración. Interesados por el fortalecimiento económico del país, preocupados por el proceso productivo y tratando en consecuencia de combatir los criterios tradicionales de desprecio por el estudio y el trabajo, los dirigentes de la nación española de la segunda mitad del siglo XVIII se esforzaron, en razón de una nueva escala de valores, por exaltar al trabajo y al trabajador, procurando la capacitación de éste, lo mismo que de actuar contra la nobleza ociosa y el clero parasitario... señalándolos como factores opuestos al progreso nacional.[16]

Así, es posible apreciar  a partir del análisis detallado de este escrito de Rodríguez en su etapa de maestro de la escuela caraqueña, cómo su proyecto intenta dar concreción a las funciones que según habíamos establecido, son socialmente asignadas a la escuela elemental en el marco del intento de reforma que emprende el despotismo ilustrado en la metrópoli y que Rodríguez, interesado como estaba en el progreso de la educación, conoce y se esfuerza por hacer valer en la Caracas colonial, a saber: la enseñanza de conocimientos útiles y la reforma de las costumbres, sin olvidar que todo ello es planteado todavía en el marco de la formación del súbdito obediente a su Rey.

En efecto, con relación a la significación de la  escuela elemental  en su función social de enseñanza de conocimientos útiles, el maestro Rodríguez  escribe en el Reparo Primero de su Informe:

Todos generalmente la necesitan [a la escuela elemental] porque sin tomar en ellas las primeras luces es el hombre ciego para los demás conocimientos. Sus objetos son los más laudables, los más interesantes: disponer el ánimo de los niños para recibir las mejores impresiones, y hacerlos capaces de todas las empresas. Para las ciencias, para las artes, para el comercio, para todas las ocupaciones de la vida es indispensable.[17]

Escuela elemental tradicional del siglo XIX en Europa
Como puede verse, la escuela elemental es para el maestro fundamental para la formación del hombre ya que de acuerdo a las funciones que él le asigna, hace posible que a partir de ella, los hombres puedan seguir aprendiendo el resto de su vida. Esto le da a la educación elemental y a la primera escuela, en el pensamiento de Rodríguez, el carácter de fundamento del saber, en tanto tiene por objetivo fundamental dar las herramientas básicas para seguir aprendiendo, aspiración ésta que encontramos presente ya en las propuestas educativas de humanistas del siglo XVII como Comenio, y que no desaparecerá como función primordial de la primera escuela en el proyecto del maestro Rodríguez en la etapa en que  considere a escuela en su dimensión principalmente política.

Pero a la par de este planteamiento, encontramos indisolublemente unido el que  expresa la otra función asignada a la escuela como legitimadora de los principios sociales:

Es del cargo del maestro de la primera escuela enseñar no sólo la formación de los caracteres, sino su valor y propiedad: el modo de usarlos y colocarlos según las reglas de perfecta ortografía; el dar una clara inteligencia de los principios de aritmética; el instruir en las reglas generales y particulares del trato civil: sobre todo el fundamentar a sus discípulos en la religión.[18]

Es evidente que tales funciones socialmente asignadas a la educación elemental y que Rodríguez  hace patentes en su proyecto de reforma de la escuela caraqueña justifican la necesidad de institucionalización  de la misma. Sin embargo, esta condición no se concibe aislada de la necesaria mejora en la calidad de la enseñanza, así como de su universalización o extensión a toda la población. De aquí, que en este primer proyecto de Rodríguez,  con la institucionalización de la escuela, se persigue garantizar el cumplimiento de cuatro principios fundamentales de la reforma: organización, uniformidad, estabilidad y supervisión.[19]

Esta idea de institucionalización de la escuela elemental que permite dibujar  un primer esbozo de sistema escolar, y que en última instancia persigue, por una parte, el perfeccionamiento de la educación por vía de introducir mejoras de carácter técnico, y por la otra su generalización y su democratización, aunque de forma limitada, es mantenida por el maestro en sus escritos posteriores a 1828, cuando inserta a la escuela en su proyecto político republicano debido a que ya para este momento, concibe a la educación como uno de los pilares para la constitución de las naciones americanas.  De manera que a partir de entonces, el problema de la universalización de la enseñanza elemental con miras a contribuir a la formación de un ciudadano republicano, convertirá la cuestión de la institucionalización de la escuela en un problema político.

La importancia que para el maestro Rodríguez tiene la institución escolar en el marco de su proyecto político, es expresión de su convicción de que el único camino para la formación de un ciudadano republicano es la educación, y que la socialización de los individuos, proceso fundamental de vinculación del hombre, ser esencialmente egoísta para el maestro, al colectivo social, es decir, el aprendizaje de sus deberes y derechos ciudadanos, así como de una profesión útil, comienza a concretarse en una institución llamada escuela y más concretamente primera escuela. La importancia que para el maestro tiene la educación que se imparte en ella, y el carácter político y de fundamento del saber que expresa la misma, quedan para nosotros evidentes en la cita siguiente:

El buen éxito de todas las carreras depende de los primeros pasos que se dan en ellas. Estos pasos se enseñan a dar en la primera  Escuela: allí empieza la vida de las relaciones con las cosas y con las personas; luego, la primera Escuela es la Escuela por antonomasia [...]

Es,  pues, la primera escuela el terreno en que el árbol social echa sus raíces. [20]

En síntesis, siendo la educación la única vía de formación del ‘nuevo hombre republicano’, la escuela se convierte, en el pensamiento de Simón Rodríguez en uno de sus instrumentos principales - otro lo será la imprenta -. La consideración de la formación del hombre como un problema esencialmente político lleva al maestro a dos ideas de lógica consecuencia. Una es la del Estado Docente:

véase la cuestión por cuantos aspectos presente, la consecuencia será siempre la misma... obligación de enseñar, porque hay obligación de aprender: todos los padres de familia no pueden enseñar... el Gobierno suple por ellos... luego el gobierno debe ser maestro[21]

 y la otra es la idea de una educación nacional, la instrucción debe ser nacional - no estar a la elección de los discípulos, ni a la de sus padres - no darse en desorden, deprisa ni en abreviatura.[22]



La Revolución Industrial y su necesidad de mano de obra calificada, hicieron que la escuela adquiriera importancia en el pensamiento de muchos proyectistas con respecto a la formación para el trabajo.

 

LA ESCUELA: LUGAR DE VINCULACIÓN SABER - VIRTUD - TRABAJO


La necesidad política de difundir entre las grandes mayorías de la población, las ideas que sustentaban los nuevos proyectos republicanos como parte de la formación del ciudadano, dio fuerza y justificó la extensión durante buena parte del siglo XIX de la llamada educación popular.

El ideario que sustentaba los proyectos de educación popular, en tanto buscaba la formación de la gran masa, tradicionalmente excluida del sistema educativo, promovió y afianzó aún más el proceso de institucionalización de la escuela, que como ya hemos dicho había venido desarrollándose desde el siglo XVIII, en razón de ser ella el lugar idóneo para la educación del pueblo en los principios republicanos y democráticos que sustentaban los  nuevos estados y de manera adicional, algunos conocimientos útiles para desempeñarse en el nuevo contexto de desarrollo del capitalismo industrialista.

De tal manera que desde este punto de vista, la educación popular se dirigió fundamentalmente a esa gran masa que conformaba la naciente clase obrera surgida en el seno del capitalismo.[23]

Tal vez, esta sea una de las razones por las cuales se hizo necesario promover y defender el carácter universal, gratuito y obligatorio de la misma, condición que en países como el nuestro no se logró sino casi hacia finales del siglo XIX, con el Decreto de Instrucción Pública, Gratuita y Obligatoria, firmado por el Presidente Antonio Guzmán Blanco en 1870.

Es significativo, por otra parte, que los proyectos que se inscriben en el marco de la educación popular, en la práctica asumen un sentido predominantemente moralizante. La razón de ello es histórica y tiene que ver precisamente con el carácter conflictivo que  rodeó la génesis del capitalismo industrialista, que obligó en aquellos contextos en los que se desarrollaba y tomaba fuerza la clase obrera, a tomar una serie de medidas políticas tendientes a imponer y garantizar por diversas vías la paz social. Con relación a esto, la Dra. Julia Varela escribe:

Todos estos dispositivos tienen por finalidad tutelar al obrero, moralizarle, convertirle en honrado productor; intentan asimismo neutralizar e impedir que la lucha social se desborde poniendo en peligro la estabilidad política.  No es casual que las intervenciones conducentes a instaurar en las clases laboriosas el sentimiento de familia conyugal coincidan precisamente con la promulgación de la obligatoriedad escolar.[24]

Nuevamente en este contexto, los niños se convierten en el blanco fundamental de la acción, principalmente, los niños de la clase obrera emergente y en general de la gran masa del pueblo, y el objetivo de la escuela no será enseñarles a mandar, sino a obedecer.[25]

Simón Rodríguez, cuyo pensamiento se desarrolla en un contexto distinto al europeo y al de los nacientes Estados Unidos, en cuanto al surgimiento del capitalismo y de la clase obrera, plantea la idea de que la escuela debe ser fundamentalmente un lugar de socialización y de promoción política del pueblo y que para ello, es preciso formar a la gente para el trabajo.

Planteada así, esta idea niega la práctica de la educación popular que se había impuesto ya en otros países, tanto europeos como americanos y que apunta, como dijéramos más arriba a privilegiar el carácter moralizante de esta educación. 

En este contexto de crítica a la idea dominante de educación popular, el saber, la virtud y el trabajo se convierten para el maestro en un trinomio indisoluble, siendo la escuela el lugar donde tal relación puede concretarse.

En efecto, el proyecto de educación popular de Rodríguez tiene por norte dos principios fundamentales: destinación a ejercicios útiles y aspiración fundada a la propiedad[26].

Desde tal punto de vista, la escuela entonces adquiere en el pensamiento de Rodríguez una nueva dimensión: la del taller. Taller de hombres, quizás como escribió Comenio en su Didáctica Magna, en un doble sentido. Primero, al rescatar el principio de aprender haciendo, el cual responde a su particular y a la vez ilustrada concepción racional-empirista de la educación, basada en la doble función de la observación y la experiencia. Pero, en segundo lugar, y no menos importante, la escuela-taller como el lugar donde se construyen los nuevos ciudadanos, en la medida en que la vinculación efectiva al trabajo productivo de todos aquellos jóvenes estudiantes de algún oficio, les iba a permitir acceder, en tanto futuros generadores de una renta, a todos los derechos políticos que las Constituciones consagran.

En efecto, respecto a éste carácter alude el Prof. Gustavo Adolfo Ruiz:

Para Rodríguez, la Educación Popular constituía un proyecto de peculiaridades novedosas. Como gestión normativa se encaminaba a proporcionar los elementos esenciales de una educación social,   corporal, técnica y científica, que según su criterio sería lo que permitiría lograr, a su tiempo, naciones prudentes, fuertes, expertas y pensadoras.[27]

Pero aun podría mencionarse un elemento más, y es que en el pensamiento del maestro, la escuela popular se convierte en un eje comunitario, es decir, un centro de irradiación de saber y prosperidad, motor de un nuevo orden social y político de  las comunidades. Así lo deja expreso Rodríguez al presentar el proyecto como anexo a su Defensa de Bolívar en el año 1830, al referirse concretamente al intento de establecimiento de la escuela en Chuquisaca:

En los cuatro años que han corrido desde enero del 26, en que se dio principio al establecimiento en Chuquisaca habría (a lo menos) 25.000 personas ocupadas (con propiedad, por consiguiente) - instruidas en sus deberes morales y sociales (por consiguiente republicanas y adictas al Gobierno), - los campos serían cultivados y los labradores tendrían casas bien construidas, mobladas y limpias - estarían decentemente vestidos - se divertirían con moderación y entenderían de sociedad... en una palabra, serían ciudadanos.[28]

El proyecto de educación popular que el maestro trató de concretar, primero en Bogotá, y después en Chuquisaca, respondía a, un modelo educativo liberador [29], cuya peculiaridad era el trabajo productivo como fundamento de liberación política.[30]

Para ello ideó Rodríguez la creación de Maestranzas, es decir, escuelas de artes y oficios que tenían la peculiaridad de ser además núcleos de producción y comercialización, fundamentalmente en  los rubros de albañilería, carpintería y herrería, porque con tierras, maderas y metales se hacen las cosas más necesarias, y porque las operaciones de las artes mecánicas secundarias, dependen del conocimiento de las primeras.[31]

Tal proyecto, por la forma como estaba concebido y por los fines que perseguía, no fue fácilmente aceptado por las clases dirigentes, interesadas como estaban en garantizar para ellos la continuidad en el ejercicio del poder, y el predominio sobre el resto de las clases de la sociedad.

No obstante, es importante recalcar que el sentido que tiene para el  maestro la escuela como lugar de vinculación entre el saber, la virtud y el trabajo en el  marco de un  espíritu política y socialmente liberador, le otorga a su proyecto un significado en esencia distinto al que tendría la educación para el trabajo en el marco del pensamiento ilustrado francés o español.




[1]En este sentido, hay que adelantar que, el siglo XVIII es el de la formulación de proyectos educativos, los cuales según los contextos en los que son formulados, difieren en profundidad, en extensión y en significado, baste para ello comparar algunos proyectos franceses y españoles de la época, lo cual haremos en la medida en que el desarrollo de este trabajo así lo exija.

[2]B. Rolland d’Erceville: Compte-rendue aux Chambres assemblées (...) relativement au plan d’études à suivre dans les collèges non dépendants des universités (1768). Citado por: FRIJHOFF, Willem. Instruir y formar. La educación como objetivo, instrumento y esperanza en la Revolución Francesa. En: Gabriela Ossenbach y Manuel de Puelles (comps.) Op. Cit. Pp. 43-63.

[3]DE PUELLES BENITEZ, Manuel : Revolución Francesa y Educación: su incidencia en la génesis del sistema educativo español. En: OSSENBACH, Gabriela y Manuel de PUELLES BENÍTEZ. Op. Cit.  Pag. 77.

[4]L.R. Caradeuc de la Chalotais. Essai d’éducacion nationale (1763). Citado por Willem Frijhoff en Op. Cit. Pp. 52-53.

[5]Ibidem. Pag. 53.

[6]PUELLES BENITEZ, Manuel de. Op. Cit. Pag. 72.

[7]VARELA, Julia: “La educación ilustrada o cómo fabricar sujetos dóciles y útiles”. En: Revista de Educación. Número Extraordinario. 1988. La educación en la Ilustración Española. Pp. 247-274.

[8] En el texto de  un Reglamento de Policía  al cual hemos podido tener acceso, se lee lo siguiente: “Artículo XLV: Los celos y la emulación contra las clases primeras, y las erradas máximas de una igualdad mal entendida se reputarán por planes de sedición y serán corregidos ejemplarmente. Las calidades, clases y jerarquías deben ser respetadas, y sus privilegios y excepciones guardados y distinguidos, como que por este orden de graduación subsisten los estados. La verdadera igualdad consiste en ser cada uno de los súbditos de una sociedad mantenido y amparado en su clase, y protegido y atendido en sus derechos, sin distinguirse ante la ley”. Instrucción para la Dirección, Buen Orden, Régimen  y Gobierno de los Jueces y Pueblos del Distrito de estas Provincias. 1817.  Reglamento de Policía de 21 de septiembre  de 1817, por Juan Bautista Pardo. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. Sección Folletos.

[9]KINTZLER, Catherine. Condorcet, teórico de la escuela republicana: un pensamiento filosófico y paradójico. En: OSSENBACH, Gabriela y Manuel de PUELLES BENÍTEZ. Op. Cit.   Pag. 26.

[10]RODRIGUEZ, Simón. Op. Cit. Tomo I. Pag. 235.

[11]A este respecto es interesante recordar la definición de Igualdad natural, que Jaucourt escribe para La Enciclopedia, la cual hemos aludido en la Primera Parte de este trabajo.

[12]ROUSSEAU, J.J. Artículo Economía Política. En: Albert Soboul: La Enciclopedia: historia y textos. Pp. 72-73.

[13] El texto del nombramiento del maestro Simón Rodríguez, puede ser consultado en: RUIZ, Gustavo Adolfo: Simón Rodríguez. Maestro de Escuela de Primeras Letras. Pp. 245-246.

[14] RUIZ, Gustavo Adolfo. Op. Cit. Pp. 261 y ss.

[15] Sobre las raíces hispanas del pensamiento de Simón Rodríguez, han desarrollado diversos trabajos los  profesores Gustavo Adolfo Ruiz  y Jesús Andrés-Lasheras, los cuales han sido reseñados en la bibliografía de este trabajo.

[16] RUIZ, Gustavo Adolfo. Op. Cit. Pag. 168.

[17] RODRIGUEZ, Simón. Obras Completas. Tomo I. Pag. 199.

[18] RODRIGUEZ, Simón. Op. Cit. Tomo I. Pag. 201. Subrayado nuestro.

[19]Ibidem. Pp. 209 y ss.

[20]RODRIGUEZ, Simón. Op. Cit. Tomo I. Pag. 244.

[21]Ibidem. Tomo II. Pag. 120. Subrayado nuestro.

[22]Idem. Pag 108.

[23] Uno de los más notorios difusores de la educación popular, como lo fue Horacio Mann (1796-1859), primer secretario de la Junta de Educación Estatal establecida en EEUU en 1837, escribía en 1848 que "la educación... más allá de todos los otros dispositivos de origen humano, es el  igualador de las condiciones del hombre, el volante de la maquinaria social. Citado por: BOWEN, James. Historia de la Civilización Occidental. Tomo III. Pag. 456.

[24] VARELA, Julia. Arqueología de la Escuela. Pag. 48.

[25] Ibidem. Pag. 49.

[26] RODRÍGUEZ, Simón. Obras Completas. Tomo II. Pag. 356.

[27] RUIZ, Gustavo Adolfo. Significado político del proyecto de Educación Popular de Don Simón Rodríguez. Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Tomo LXXII. Caracas, enero - marzo de 1989. Nº 285. Pp. 65-87.

[28] RODRÍGUEZ, Simón. Op. Cit. Pag. 361.

[29] RUIZ, Gustavo Adolfo. Significado Político… En: Op. Cit. Pag. 85.

[30] Las líneas esenciales de tal proyecto fueron desarrolladas por Rodríguez en dos de sus obras: Consejos de amigo dados al Colegio de Latacunga y El libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas defendidos por un amigo de la causa social, conocida como la Defensa de Bolívar.
[31] RODRÍGUEZ, Simón. Obras Completas. Tomo II. Pag. 356.

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