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domingo, 1 de mayo de 2016

Notas sobre la sociedad esclavista griega


Por Mercedes Núñez. 
Profesora Jubilada de la Cátedra de Historia de las Ideas Pedagógicas en Venezuela. 
Escuela de Educación. UCV.


Antecedentes de la Democracia Esclavista

La democracia esclavista, que logró imponerse definitivamente luego de las tiranías, fue el producto político de la encarnizada lucha de clases entre la aristocracia esclavista, integrada por un reducido número de familias que erigían su hegemonía política sobre la base de la propiedad territorial y la explotación de esclavos y que la justificaban, desde el punto de vista ideológico, en una supuesta autoridad heredada de sus antepasados que se remontaba, según la genealogía, a famosos héroes e incluso a dioses, y nuevos sectores sociales, con fortunas recientes, vinculados a la expansión de la actividad  comercial, que aspiraban mayor participación en los asuntos del Estado.



A lo anterior se sumaba el descontento de los ciudadanos pobres  debido  a  sus  condiciones  de existencia, en este sentido Finley (1983 b) señala:
         ..., la tradición de muchísimas peticiones de distribución de tierras y cancelación de deudas no fue una ficción. Tampoco es falso  poner el acento en el monopolio de la aristocracia en la administración de justicia (y de las funciones sacerdotales). [...] Para las clases más bajas, a diferencia de las superiores, las demandas económicas y la petición de justicia privaron sobre las reivindicaciones de los derechos políticos. [...] La ley en manos de una aristocracia  tradicional y cerrada, perpetuándose a sí misma y secreta, [...], era un arma poderosa y cada vez más intolerable. ... (p. 119)
En  estas condiciones era frecuente que los ciudadanos pobres se vieran relegados a la esclavitud por deudas, para ilustrar esta situación Finley (1982 b) cita a Aristóteles (Constitución de Atenas II) quien afirma que:  “...hubo civil contienda entre los nobles y el pueblo durante largo tiempo” porque “los pobres, con sus mujeres e hijos, eran esclavizados por los ricos” y “no tenían derechos políticos”. (p. 37)

Atenas vive una permanente stasis, las encarnizadas luchas sociales entre ricos y pobres, estimuladas y aprovechadas por los nuevos sectores sociales, conducen a principios del siglo VI a.C. a investir a Solón de poderes supremos con el objeto de suavizar las tensiones.  Sus  reformas, entre  otras: eliminación de la esclavitud por deudas, limitación de la propiedad territorial (impidiendo el crecimiento de dicha  propiedad  y consolidando el  modelo de pequeña y mediana propiedad característico del período clásico) y la creación de la asamblea con derecho al voto para todos los ciudadanos y con el ejercicio de los cargos públicos reservado a los propietarios- tuvieron  efectos  poco  duraderos.  Sin  embargo una de tales reformas, la división de los ciudadanos en cuatro categorías -según la riqueza- fundamentalmente con el objeto de elegirlos para el desempeño de los cargos públicos, tuvo particular importancia por cuanto:
...Formalmente rompió con los derechos exclusivos de una  clase hereditaria, de una nobleza  de nacimiento,  aunque las familias aristocráticas siguieron  predominando en la nueva clase gobernante determinada por la riqueza, al menos por algún tiempo. ... (FINLEY, M. I. 1986, p. 26)
W. Jaeger  (1957), hace referencia a Solón y a sus reformas en los siguientes términos:
...Aunque hijo de la nobleza ática, rompió valientemente con las concepciones heredadas de su casta. Persigue en sus poemas, bosqueja en sus leyes e incorpora en su acción un nuevo tipo de vida humana, cuya perfecta realización es independiente de los privilegios de la sangre y de la posesión de riqueza. En su reclamación de justicia para el pueblo trabajador oprimido, nada más lejos de sus previsiones que hubo de proclamarlo más tarde su fundador. Aspiraba tan sólo a la depuración moral y económica de los fundamentos del antiguo estado aristocrático, en cuya decadencia nunca había pensado. Pero los nobles no habían aprendido nada de la historia ni aprehendieron ahora nada de Solón. Al retirarse éste, consumado su mandato se encienden las luchas de partido con nueva violencia. (p. 212)
            Como se evidencia en la cita anterior, la lucha continuó; Perry Anderson, (1980) aludiendo este período de convulsiones sociales afirma que: ...”La  presión  combinada  del  descontento  popular por  abajo y de las  nuevas  fortunas  por  arriba  quebraron  el  círculo  del  dominio aristocrático en las ciudades.” ... (p. 25)

   El descontento popular y la agudización de las luchas sociales condujeron a las tiranías que representaron la transición definitiva hacia  la  democracia.  El  poder y la autoridad del tirano se fundaron en las concesiones hechas a las clases populares.  Para Jaeger (1957),
...el origen de las tiranías se halla profundamente vinculado a los grandes cambios económicos y sociales, ... El creciente desarrollo de la economía monetaria frente a la economía natural produjo una revolución en el valor de las propiedades de los nobles que habían constituido hasta entonces el fundamento del orden político. Los nobles, apegados a la antigua forma de economía, se hallaban en un plano de inferioridad ante los propietarios de las nuevas fortunas adquiridas con el comercio y la industria. ... (pp. 213-214).
Por su parte  Finley (1983 b)) considera que las tiranías fueron el producto de
...la  incapacidad de  la aristocracia  hereditaria de contener o resolver los crecientes conflictos, los suyos internos o los concernientes a  los  plebeyos  enriquecidos,  a  la  población urbana en crecimiento y al campesinado agobiado por  las deudas y empobrecido. Los conflictos con otros estados a veces se añadieron a lo anterior, ... (p. 122)
y en cuanto al papel desempeñado por las tiranías agrega:
...,  los  tiranos  al final  fortalecieron  la polis y sus instituciones y contribuyeron a  levantar el demos,  al  pueblo como conjunto, a un nivel de  conciencia  política que luego llevó,  en muchos estados, al gobierno por el demos1, a la democracia. (p. 123)
En su obra El nacimiento de la política, Finley  precisa que:
         El derrocamiento de la tiranía de los Pisistrátidas en Atenas, en 510 a.C., se vio seguido de una intensa lucha entre facciones aristocráticas que ganó Clístenes ‘después de atraer a su bando al demos’. Procedió a reestructurar la maquinaria gubernamental y para ello se basó en las más de cien demos (municipios) de Ática, que combinó en diez unidades nuevas llamadas philai (traducidas convencionalmente, ..., por ‘tribus’)... (pp. 61-62)


La Democracia Esclavista
           
La democracia esclavista se estableció definitivamente, en Atenas, con la constitución de Clístenes, en el  508 a.C., y alcanza su máximo esplendor en el gobierno de Pericles. Con ella se desarrolla el ideal democrático de “vida común armónica” que se expresa, por ejemplo, en la Oración Fúnebre -atribuida por Tucídides a Pericles- en honor a los soldados caídos en el primer año de la guerra del Peloponeso, Pericles dice:
Por  lo que cada  uno de nosotros, de cualquier estado o condición  que  sea,  si tiene algún conocimiento  de virtud  tan  obligado está a procurar  el  bien y  honor de  la ciudad  como los  otros y no será nombrado para  ningún cargo,  ni  honrado, ni atacado, por su linaje o solar, sino tan sólo por su virtud  y bondad. Que por  pobre que sea, con tal que pueda hacer el  bien  y  provecho a  la  República no será excluido de los cargos y dignidades públicas. (TUCIDIDES, lib. II, 35-46, cf. en Sabine, G., 1985, p. 23)

La concreción de este ideal democrático fue posible, parcialmente, en la medida en que las condiciones materiales de existencia atenuaron la brecha económica entre ciudadanos pobres y ricos. El desarrollo de la actividad comercial, entre los siglos VII y V a.C., fue fundamental para posibilitarlo, en tal sentido  Kuczynski (1974) afirma que:
...el  comercio  exterior,  junto con el aumento  correlativo  de los  bienes  de intercambio,  puede ser  considerado desde un   doble  punto  de  vista  como base del  desarrollo  de  la economía esclavista, en cuanto  creaba  posibilidades  cada vez  mayores  de  empleo   y en cuanto al mismo tiempo los suministraba. ... (en Lecturas Básicas de H.T.P.-I, E.U.S., p. 100)
Según Finley (1986) “Atenas consiguió su apogeo definitivo en territorio y población a mediados del siglo V;...” (p. 87). Tal apogeo se articula, por una parte, la expansión y profundización de la esclavitud, factor clave para la superación de la esclavitud por deudas, y , por otra, en forma decisiva, a la consolidación de Atenas como potencia hegemónica griega. El triunfo ateniense en las guerras médicas, la derrota a los persas -primero en las llanuras de Maratón (490 a.C.) y luego, con su poderosa flota naval, en la Bahía de Salamina (480 a.C.)- convierte a Atenas en la ciudad rectora del mundo helénico.  Cabe destacar que:
...Ninguna otra ciudad estado griega tuvo una base territorial y demográfica tan extensa en términos comparativos (excluyendo el caso distinto del territorio de Esparta basado en la conquista). Ninguna otra tampoco, ..., tuvo la inestimable ventaja de substanciosas minas de plata dentro de sus propios confines (en Laurion, región al sudeste del Ática). Las autoridades antigua estaban de acuerdo en creer que las minas fueron la clave de la expansión naval que dio a Atenas en papel decisivo en las guerras médicas, y el ímpetu para establecer inmediatamente después de ellas un imperio marítimo. (Finley, 1986, pp. 30)
            Para resistir al invasor se crea la Liga de Delos, confederación de ciudades griegas encabezada por Atenas que coloca su flota naval al servicio de dicha confederación, de la cual, a su vez,  asume el mando. Firmada la paz con Persia, Atenas se niega a disolver la Liga y continúa administrando el tesoro central de ésta -creado, en principio, para luchar contra los persas-; a su superioridad naval se suma, entonces, su superioridad monetaria. El auge económico y político de Atenas se nutre del tributo anual  de  unas 150 ciudades, principalmente jónicas, que no podían mantener flotas propias y que pagaban protección a Atenas. Con respecto a esta cuestión  Perry Anderson (1980) señala que: “El  tributo total procedente del imperio era, según los cálculos, un 50 por  ciento  superior a  los  ingresos  interiores del  Ática, e indudablemente  anunció   la   superabundancia  civil  y  cultural  de  la  polis  de Pericles.” (p. 37). De tal forma, “la confederación ... fue convertida por Atenas en un Imperio, sus aliados se transformaron en súbditos y la protectora de Grecia en su tirana. (Farrington 1979 b, p. 66)

El auge económico y financiero le permite a Atenas: propiciar la paz social mediante la creación de fuentes de trabajo para aquellos que no poseían propiedad territorial, instituir el servicio militar remunerado en la flota naval y emprender  -durante el gobierno de Pericles- el desarrollo de  obras públicas  para el embellecimiento de la ciudad. Refiriéndose a lo anterior,  Finley (1986) sostiene que:
Sólo en Atenas, por lo que conocemos, el estado proporcionó una ayuda económica masiva a los pobres mediante el empleo en la flota y la provisión de paga, en forma de modesto jornal, per diem, para toda la gama de cargos, incluyendo los cientos de miembros de los jurados e incluso, desde comienzos del siglo IV, a los asistentes a las reuniones de la asamblea. (p. 51)
Se establecen, en consecuencia,  los  mecanismos adecuados, teóricamente, para la plena participación  en la vida ciudadana: la Asamblea Popular, como máximo organismo de toma de decisiones políticas, la elección por sorteo para integrar el Consejo de los Quinientos y los tribunales y, como compensación a lo que se dejaba de percibir mientras se estaba en el ejercicio de la función pública, deber indeclinable de todo ciudadano, la asignación de una pequeña paga diaria. Cabe destacar que en Atenas, según Finley (1986),
...la  mayoría de los cargos estaban  restringidos al  término de un año, los miembros del  consejo a dos,  con  la  notable  excepción  del cargo de strategos, con  mucho el  más  prestigioso del  estado desde  principios  del  siglo V a.C.,  para  el que se elegía al candidato (no se sorteaba), y que podía ser reelegido sin límites. (p. 80)
y, más adelante, Finley agrega refiriéndose a los strategos que:
   ...Los diez strategoi atenienses eran  elegidos anualmente y su lista, en  el  siglo  V,  incluye a  los  líderes  más  conocidos  de  la época, elegidos  para  ejercer el cargo militar más alto por su influencia política, no a la inversa. (p. 81)
La organización política antes descrita, garantizaba, en principio, la plena participación del ciudadano. Participar significaba:  influir  con  voz  y  voto  en  las  decisiones  del  estado, proponer, objetar o rectificar anteproyectos de ley y hablar en pro o en contra de las mociones presentadas en la Asamblea Popular. 

En  la  práctica,  sin  embargo,  bajo la igualdad política subyacía la desigualdad económica, los ciudadanos pobres atados a las necesidades básicas de subsistencia, no poseían ni los medios ni el tiempo requeridos para obtener la educación adecuada a las funciones públicas que exigían, entre otras cuestiones, hablar y ser escuchados en dicha Asamblea, de allí que –según Finley (1986)- “...Incluso en Atenas, bajo lo que los historiadores modernos tienden a llamar “democracia radical” el demos nunca proporcionó a la asamblea oradores salidos de sus filas.” (p. 43). Por otra parte, Finley (1983 a) considera que  el asistir regularmente a la Asamblea Popular debió exigir un sacrificio significativo, sobre todo para aquellos campesinos que vivían en los pueblos más alejados del Ática (p. 40). Por su parte Perry Anderson (1980), coincide con lo expuesto, en tal sentido sostiene que:
...la democracia popular directa se diluía en la práctica en el predominio  informal  sobre  la  asamblea  de  los  políticos   profesionales, procedentes de las familias aristocráticas,  tradicionalmente ricas y de alta cuna, y más tarde de los nuevos ricos. (p. 34)
Finley (1982 b) amplía, en este sentido, al referir que los políticos profesionales para el complicado aparato estatal ateniense (complicado sistema fiscal, naval y diplomático) surgían de los círculos acaudalados. Hasta la guerra del Peloponeso dicho monopolio pertenecía a las antiguas familias propietarias rurales, que dejaban a sus esclavos de confianza  la responsabilidad de administrar  sus  propiedades.    Luego surgieron nuevos hombres -Cleón, Cleofón, Anito, etc.- que basaban su ocio en la industria artesanal de sus esclavos o que los alquilaban, por día, a los industriales que tenían concesiones para explotar las minas de plata de Laurion, hacia ese lado se fue inclinando la balanza del poder con el correr del tiempo y se les denominaba oradores. (pp. 73-79)


Atenas: La Educación y La Cultura

Sir Lawrence Alma-Tadema. En el Templo 1871
Durante el período de florecimiento de la democracia esclavista, en tanto las condiciones materiales de existencia lo hicieron posible, los antagonismos entre los pocos y los muchos se vieron atenuados. Sin embargo, los sectores aristocráticos mantuvieron el predominio ideológico mediante el monopolio de la educación y la cultura. Desde la trinchera de la actividad intelectual la aristocracia  ateniense  -apoyada en el trabajo de los esclavos que garantizaba su ocio- detuvo el crecimiento de todo aquello que pudiera constituir una amenaza para su dominación y legó a la posteridad una teoría del estado eminentemente aristocrática, pues, tal como lo afirma Novack:
...En toda la antigüedad la filosofía fue privilegio de las clases sociales superiores cultas que poseían ocio, la oportunidad y el incentivo para teorizar acerca de los problemas de la naturaleza, la sociedad y la mente humana. Durante toda la sociedad de clases, y sobre todo en esta etapa de la misma, la teoría no ha sido una actividad del conjunto del pueblo... Las masas productoras carecían de las condiciones más elementales para la vida intelectual... (p. 233)
Esta hegemonía de la aristocracia esclavista permite explicar, en parte, la brusca interrupción del pensamiento naturalista jónico simultáneamente con el desarrollo de la democracia. Dicha línea de pensamiento había alcanzado su máxima expresión en el siglo V a.C. con la teoría atómica de Demócrito y con la medicina hipocrática.  Según Farrington (1979ª) el naturalismo jónico representa: “.la  imagen  del   hombre que actúa  en  forma  racional  frente  a  la  naturaleza, confiado en que las leyes de la naturaleza no son superiores a las posibilidades del entendimiento humano,...” (p. 54)

La ciencia Jónica se basa en la observación, con la medicina hipocrática el objeto de conocimiento se hace susceptible de manipulación y los resultados de la investigación minan las creencias religiosas y las supersticiones, lo que se evidencia, por ejemplo, en la definición hecha por Hipócrates de la epilepsia, considerada por sus contemporáneos “enfermedad sagrada”, sobre esta cuestión dice:
Tal  enfermedad no me parece a  mí más divina que las demás, sino que tiene una causa natural y su presunto origen divino se debe a  la ignorancia  de  los  hombres  y a  su  asombro ante sus características fundamentales.  (Los Preceptos, Cap. VI, cf. E Farrington, 1979 a, p. 54)
Este planteamiento tiende a colocar en situación comprometida las creencias religiosas que constituyen factor fundamental para justificar la superioridad de la aristocracia hereditaria y elemento constitutivo de la vida de la polis, puesto que:
... ningún acto público [...] se llevaba a cabo sin el sacrificio previo, el  juramento era la sanción  normal de los acuerdos públicos; los dioses se consultaban  mediante oráculos y otros mecanismos;  los  triunfos  compartidos con  los  dioses;  la administración de las  festividades religiosas más importantes eran  responsabilidad del  estado, como también el castigo a impiedad y la blasfemia. ... (Finley, 1983 a, pp 34-35)
         Y, si  bien es cierto que con la democracia la organización y  la  administración de  la religión pasaron a manos de la asamblea, no es menos cierto que la aristocracia controló -en la medida de lo posible- toda tendencia a debilitarla mediante su control informal sobre la asamblea.  Anaxágoras, representante típico de la ciencia jónica, es un ejemplo de lo anterior, mediante una ley que permitía denunciar a los que no practicaban la religión del Estado y enseñaban teorías sobre “las cosas de lo alto”...2  enfrentó -a pesar, o como  consecuencia,  de  su amistad con Pericles-  un  juicio por impiedad que lo obligó a huir de Atenas. Su delito, enseñar que el sol era piedra caliente al rojo vivo y la luna  era  tierra.  La  aristocracia  supo apoyarse en las supersticiones de la multitud para detener el desarrollo del naturalismo y atacar, indirectamente, el gobierno de Pericles.

            Pero, por otra parte, las propias características de la vida de la polis y la importancia que adquiere la participación ciudadana en los asuntos del estado constituyen terreno propicio -que interactúa con los intereses de la aristocracia-   para  detener  definitivamente  el  avance   del naturalismo y centrar la reflexión en el problema del hombre y de sus relaciones con el estado, en lo que ha sido denominado, por algunos historiadores de la filosofía, como el vuelco antropológico. El conocimiento de la naturaleza física se convierte, por obra y gracia de Sócrates  (469-399 a.C.), en opinión. Para Sócrates el problema del conocimiento científico no tiene ninguna relación con el dominio del hombre sobre el medio natural, preocupación vulgar frente a la necesidad de enfrentar la corrupción de la vida política de la época, corrupción que emerge -según este pensador- de la carencia de toda orientación segura para la vida recta.

Comprender y explicar el pensamiento socrático -que influye decisivamente en Platón y Aristóteles- obliga a hacer referencia a los sofistas. Éstos aparecen a mediados del siglo V a.C. y representan la repuesta práctica a la necesidad de una nueva educación acorde con las exigencias de la polis. Y es que el sistema educativo ateniense, con su énfasis en la gimnasia y en la música, no preparaba para el ejercicio de la ciudadanía:
La nueva sociedad urbana y ciudadana -dice Jaeger (1957)- tenía una gran desventaja frente a la aristocracia, puesto que, aunque poseía un ideal del hombre y del ciudadano y lo creía en principio muy superior al de la nobleza, no tenía un sistema consciente de educación para llegar a aquel fin. La educación profesional que heredaba el hijo del padre si seguía su oficio o industria, no podía compararse con la educación total del espíritu y cuerpo, del aristocrático..., fundada en una concepción de conjunto acerca del hombre. Pronto se hizo sentir la necesidad de una nueva educación que satisficiera a los ideales del hombre de la  polis. (p. 263-264)
Marrou (en Finley M. I. ed., 1983 a), por su parte, sostiene que desde el siglo VI a.C., primero en Atenas, luego en el resto de Grecia -a excepción de Esparta- las preocupaciones militares quedaron en un segundo plano tanto  en  la  educación  como  en  la  vida;  no  obstante,   la educación, más civil que militar, siguió siendo una educación física. La palestra y el gimnasio eran las instituciones en las cuales el niño y el adolescente se entrenaban en el deporte, el ideal era la armonía y la belleza corporal.

El aprendizaje atlético, limitado en principio a una élite aristocrática, fue abriéndose, progresivamente, a otras clases sociales de la ciudadanía, en correspondencia con la evolución de la democracia. Sin embargo, los costosos deportes ecuestres: equitación y carreras de carro -que formaban parte de la pedotribia- estaban siempre limitados a una clase minoritaria. La formación deportiva era de carácter competitivo. Cabe destacar que las mujeres estaban excluidas, la ciudad-estado griega era una mancomunidad masculina.
La educación era, en consecuencia, más física que intelectual, pero también era una educación artística, concretamente musical antes que literaria. El canto, el baile y tocar la lira formaban parte integral del aprendizaje del joven griego y el componente literario penetró por la vía del canto.
La escritura -instalada a comienzos del siglo VIII a.C. -con el alfabeto fonético de origen fenicio- y su difusión, estimuló la aparición de las escuelas propiamente dichas, dirigidas por el maestro de primeras letras. Se aprendía a leer y escribir, la aritmética fue siempre marginal  y  se limitaba  a la práctica  de aprender a contar.   El castigo físico era el único recurso frente a la resistencia al aprendizaje de la lectura, en cuya enseñanza se espaciaban las etapas de la instrucción. Se iba de lo sencillo a lo complicado, espaciando uno por uno los diferentes elementos que se habían separado analíticamente de la estructura del lenguaje escrito: primero el alfabeto, luego las sílabas, después las palabras y, finalmente, la frase entera. Sólo después que el alumno dominaba la frase correspondiente se pasaba  a la siguiente.  El  avance era  lento,  se requerían tres o cuatro años para aprender a leer.

Tal es el cuadro educativo que se estableció en Atenas a finales del siglo VI a.C.. Paulatinamente fue adquiriendo importancia el estudio de la literatura, con la correspondiente reducción del papel de la música y de la gimnasia.

El movimiento de los Sofistas
Los profesores, técnicos que transmitían los secretos de su arte, no eran considerados por los griegos educadores en el sentido estricto;  el maestro era menos importante que los paidogogos: al principio personas muy humildes, a menudo esclavos, encargados de llevar a los niños a la escuela. El paidogogo terminó convirtiéndose en el verdadero preceptor al enseñar al niño: etiqueta, buenos modales, cómo conducirse en la vida y, en resumen, la idea moral a la que debía adaptarse.

            En la adolescencia intervenía la pederastia que desempeñaba un papel de capital importancia en la educación del adolescente (al margen de todo componente sexual) y se expresaba en la frecuente compañía, sobre todo en el gimnasio, de un adulto amado y objeto de una fervorosa admiración, a través del cual el joven se modelaba a sí mismo con  el objeto de alcanzar el  ideal de “bello, bueno y valiente”.

Con el progreso surge la necesidad de una educación superior. Cabe destacar que, tal como lo indica Finley (1986), en Atenas –al igual que en otras ciudades-estado- el papel del estado en la educación fue casi irrelevante -lo cual, por cierto, es cuestionado por Platón-, por otra parte, lo que podríamos denominar “La educación superior, esto es, cualquier pedagogía por encima de lo más elemental –lectura, escritura y cuentas- estaba restringida naturalmente a una pequeña élite, ...” (p. 44). Ahora bien,  la revolución educativa se inició con los sofistas en la segunda mitad del siglo V a.C. y culminó con las obras de Isócrates, cuya profesión pedagógica va del 393 al 338 a.C., y de Platón, quien enseñó del 387 al 348 a.C.. Estas escuelas rivales configuraron las dos formas que adquiriría la cultura griega: la oratoria y la orientación filosófica. Isócrates hizo concesiones a las matemáticas y a la filosofía denominándolas gimnasia del intelecto. (p. 196-212).

Isócrates, según Finley (1977), rechaza la propuesta de Platón y considera que: “la educación superior debe ser una formación  para la vida, para la vida justa  de la élite  ciudadana”. Para Isócrates la importancia de las matemáticas, la gramática y la música radicaba en que eran “gimnasia de la pshyche” -constituyéndose en precursor de la teoría de las facultades (facultades psíquicas que se fortifican igual que los músculos mediante ejercicios)-, plantea que “la virtud no puede enseñarse aunque sea la meta de la vida”, sostiene que aquel que posea predisposición para la virtud y, a la vez, una posición adecuada en la vida, podrá hacerse “más digno y mejor”, si se esfuerza en hablar bien y en forma persuasiva, y eso sí puede enseñarse. (p. 303-304)
 Es importante destacar que, tanto en sus orígenes como en su desarrollo, la oratoria griega “..., tiene una sencilla explicación, ...: se trata de satisfacer las necesidades creadas por la emergencia de asambleas y tribunales populares.”... (Finley, 1977, p. 307)
Frente al sistema educativo existente en Atenas,  descrito en las líneas anteriores a partir  de  Marrou, los sofistas ofrecen  una  enseñanza útil  y,  si  bien  es  cierto que no constituyen una escuela, hay en ellos ciertos rasgos exteriores que, siguiendo a Martínez Marzoa (1980) permiten caracterizarlos de la siguiente manera:
  • son profesores itinerantes que capacitan a sus discípulos para el éxito en la vida de la polis;
  • en la medida en que ofrecen una “enseñanza útil”, cobran por proporcionarla;
  • dentro de  los  contenidos  de  dicha  enseñanza  juega un papel fundamental el arte de conducir por la palabra a los demás, es decir, la retórica;
  • proporcionaban un saber que, en términos generales, puede resumirse en la siguiente expresión de Protágoras: “hacer más fuerte el argumento del más débil”;
  • propugnaban una moral relativa, adaptada a las circunstancias y, generalmente, se muestran escépticos frente al problema del conocimiento;
  • enseñaban oralmente, a modo de cursos, y, en algunas ocasiones, daban conferencias públicas: no sólo practicaban el discurso preparado previamente sino también la improvisación. (p. 97)
Los límites del presente trabajo impiden desarrollar exhaustivamente el pensamiento de cada uno de los sofistas; empero, es  importante destacar que la acción educativa de éstos estaba dirigida a aquellos que  poseían  medios  de  fortuna  suficiente y,  simultáneamente, que tal educación constituyó un factor decisivo en el desplazamiento del dominio informal de la asamblea popular, por parte de la aristocracia,  hacia los sectores oligárquicos, denominados con frecuencia “oradores” o “demagogos”3.

            Sócrates se opone abiertamente a los sofistas: frente al escepticismo, que conduce a Protágoras a sostener que, en vista de que todo cambia, la verdad es sólo una opinión que varía de hombre a hombre y según las circunstancias, Sócrates niega la percepción sensible como fuente del conocimiento, por cuanto se ocupa de lo natural mudable y perecedero, y sostiene la existencia de verdades eternas e inmutables. Ante  el  relativismo  moral  de  aquellos  que  colocan  la justicia y la ley como valores circunstanciales, ajustados al interés particular e, incluso, como antinaturales, Sócrates plantea la necesidad de conocer la Virtud Absoluta e inmutable, cimentada en la razón y fundamento necesario para el gobierno del estado. Frente a los que se colocan del lado de la democracia, desarrolla una  concepción aristocrática según la cual los que poseen el auténtico saber son los destinados a gobernar, de allí que diga, según Xenofonte: “Reyes y  gobernantes  no  son los  que sustentan  el cetro,  ni los elegidos por azar; o los que obtienen el poder mediante el sorteo y el engaño, sino los que saben gobernar”  (XENOFONTE: Memorias sobre Sócrates. T. III., pp. 9-10, cf. en PROKOSKI, V. S. y otros, 1986,  p. 57).

Jacques-Louis David. La muerte de Sócrates. 1787
Luego del desastre ateniense, producto de su derrota en la guerra del Peloponeso, y de la salida de los treinta tiranos, a Sócrates se le aplica la misma ley que sirvió para perseguir a Anaxágoras: se le acusa de impiedad, de corromper a la juventud  y de cobrar por enseñar.  Se trata del  período en  que se agudizan las contradicciones de clase y cuando la asamblea y los tribunales son controlados por nuevos hombres, Sócrates es condenado a muerte. Este hecho es recogido por Platón, en la  Apología a Sócrates, en los siguientes términos:
En el año 400 de nuestra era, Anito, persona poderosa y popular, Melito, poeta oscuro, y Licón orador político, acusaron a Sócrates, hijo de Sofronisco de no creer en la religión del Estado y de corromper a la juventud enseñándola a no reconocer a los dioses de la República. ... (p. 9).
Cabe preguntarse ¿qué ha ocurrido y cómo se ha desencadenado la crisis? A continuación intentaremos aproximar algunas respuestas a estos interrogantes.


Esparta y la Decadencia Ateniense

Sir Lawrence Alma-Tadema. Danza Pírrica. 1869

Como ya vimos, el florecimiento de la democracia esclavista se fundó en la expansión de la esclavitud y del poder imperial de Atenas y alcanza, finalmente, sus propios límites, tanto internos como externos.

Con relación a la política exterior el imperio ateniense encuentra sus límites en las propias características de su democracia directa, la cual impide el establecimiento en las ciudades dependientes de una burocracia que garantice la subordinación a Atenas. La única obligación de estas ciudades era pagar tributo a Atenas lo que, indudablemente, debió generar descontento en el seno de esas comunidades.

   Por otra parte, la hegemonía de la democrática Atenas  en la Hélade constituyó un factor amenazante y de desconfianza para la aristocrática Esparta. Esta ciudad-estado representó, desde el punto de vista político-social, el polo opuesto a Atenas.

   Esparta, en principio, fue una sociedad de iguales por nacimiento y por herencia -si se les permitía seguir viviendo al momento del nacimiento-, ser iguales significaba, según Finley (1977), compartir un ciclo de vida común que incluía:
  • Una instrucción común, formalizada y obligatoria, destinada a inculcar la obediencia, el valor, la disciplina y las habilidades de un militar de profesión;
  • Una única vocación u ocupación, a saber, la de hoplita u oficial;
  • la seguridad económica y la franquía completa de las preocupaciones  monetarias, al estar  todas las ocupaciones  productivas y auxiliares en manos de las distintas  categorías de vasallos, los ilotas y los periecos; 
  • Una vida pública (antes que privada) en una comunidad enteramente masculina, con un máximo de conformidad  y  anti- individualismo. (p. 254)
De lo anterior se desprende  que Esparta fue una comunidad totalmente organizada en función de la “utilidad pública” y el proceso educativo, controlado por el estado, jugaba un papel fundamental en la transferencia de la fidelidad de la esfera familiar a la comunidad, de tal forma:
...La familia, en suma, queda minimizada en cuanto unidad ya fuera de afecto o de autoridad y reemplazada por agrupaciones de varones  que ocupaban su esfera:  las  divisiones  por edad,
las  parejas  homosexuales  entre  varones  adultos  y  jóvenes (uniones “platónicas” o no), los cuerpo de élite, la syssitia. ... (Finley, 1977, pp. 255-256)
Los espartanos integraban, por lo tanto, un cuerpo militar a tiempo completo, sus vidas estaban moldeadas por el Estado y se dedicaban por completo a él; lo cual era posible en la medida en que las actividades productivas y de servicios eran responsabilidad de las clases subordinadas: los periecos y los ilotas. Los periecos
...eran hombres libres que vivían en  sus propias pequeñas comunidades  (como Gitio)  pero que diferían del modelo griego normal en el sentido de que carecían de autonomía en la esfera militar y en los asuntos exteriores por lo general. En estos aspectos estaban sujetos a los espartanos, obligados a aceptar la política espartana y a luchar en el ejército de Esparta bajo las órdenes de los espartanos cuando los llamaban. (Finley, 1983 b, p. 126)
en relación a los ilotas:
    En cuanto carecían de libertad personal, ...esclavos, pero han de ser diferenciados de los auténticos esclavos, que eran bienes muebles, propiedad personal de sus amos.  Los ilotas estaban  sometidos al  estado espartano, asignados a  individuos, no tenían libertad para moverse, controlar sus  vidas,  pero poseían ciertos  derechos que  normalmente  eran respetados. Su obligación básica era cultivar la tierra y ocuparse de los pastos de los espartanos a quienes estaban atados,...  Conservaban sus  relaciones familiares y en gran parte vivían en sus propios grupos  (“comunidades” sería palabra demasiado fuerte). Por tanto tenían  su  propia  descendencia: nunca oímos decir que Esparta importara nuevos hilotas de fuera,  y este solo hecho los distingue perfectamente de los esclavos bienes de otras partes. (Finley, 1983 b, pp. 126-127)
Desde el punto de vista político, Esparta estaba organizada de la siguiente manera: en la cúspide del poder político estaban dos reyes que se controlaban mutuamente, si uno se ausentaba en la guerra el otro asumía el pleno control del mando. Además, un consejo de ancianos, la Gerusia, integrado por 28 ancianos encargados de fiscalizar permanentemente los asuntos públicos. La asamblea integrada por todos los espartanos mayores de treinta años, varones, que se reunía para decidir políticas fundamentales y, por último, una magistratura popular integrada por cinco éforos encargados de vigilar y fiscalizar a los monarcas, tal magistratura se renovaba anualmente; con el tiempo la balanza del poder se inclinó hacia estos funcionarios de forma ilimitada.

Tal sistema engendró, necesariamente, desigualdades, unas surgían del éxito de cada joven en la institución educativa (agogé):  competencias,  juegos,  caza –que incluía la caza de ilotas insurrectos que eran perseguidos por los efebos, en lo que constituía un rito de iniciación para probar el valor guerrero, virtud por excelencia para la vida ciudadana- y/o en la guerra. Otras desigualdades surgían de la necesidad de elegir caudillos no sólo para las unidades militares más pequeñas sino también para las cofradías por edad que se iniciaban tempranamente y formaban parte de la educación. Indudablemente existió también la desigualdad económica, de hecho los espartanos que no podían hacer su aporte a las comidas públicas (la syssitia) quedaban excluidos de los derechos ciudadanos.

Esparta logra agrupar a su alrededor el descontento griego contra Atenas y se desata la guerra del Peloponeso (431- 404 a.C.),  es significativa  la versión de Tucídides en torno   a las motivaciones  de los  corintios para pedir a los lacedemonios (espartanos), en el año 432 a.C., que tomaran la iniciativa contra Atenas:
Persuadidos de que la ciudad que se había alzado como tirana de la Hélade lo había hecho sobre  todos sus estados por igual... ataquémosla y reduzcámosla para que podamos vivir con seguridad en el futuro y para que los helenos que ahora están esclavizados conquisten su libertad. (TUCIDIDES (I, 124), Cf. Aristóteles, Retórica, 1396 al 1398, en FINLEY, M.I., 1977,  p. 196.

Crisis de la Democracia Ateniense

El dominio que Atenas había logrado sobre el resto de las Ciudades-Estado griegas, gracias a la Liga de Delos había decaido ya para 404 a.C.

            La guerra hace estallar al interior de Atenas la, hasta entonces atenuada, oposición a la democracia, se cuestionan las instituciones de ésta y se objeta la capacidad de los pobres para asumir las funciones de gobierno. El golpe oligárquico, del 411 a.C., evidencia la lucha política: la asamblea vota la abolición de la democracia en momentos en que un gran número de ciudadanos  pobres  prestan  servicio  militar en la flota naval, se crea un  consejo  de  400  miembros  que  gobiernan  férreamente, se designan  treinta varones para reformar las leyes, se establece la cualificación financiera para detentar cargos públicos y se elimina la compensación económica por ese concepto. El golpe provoca fuertes reacciones y conmociones callejeras, poco tiempo después se restituye la democracia.

            En el 404 a.C. se produce la derrota definitiva de Atenas, Esparta recibió, igualmente, apoyo interno de aquellos sectores aristocráticos que la tomaban como modelo, se establece una guarnición espartana en territorio ateniense y se nombra una férrea junta, los treinta tiranos, que gobiernan por un breve período. En el 403 Esparta se divide y tiene que enfrentar problemas internos, Atenas retorna a la democracia pero la crisis continúa. La guerra ha agotado su capacidad financiera, ya no dispone de los recursos monetarios que le proporcionaba la Liga de Delos, su otrora poderosa flota naval está prácticamente destruida y los límites de su propia economía constituyen un obstáculo para el ejercicio de la democracia.

Por debajo de los cuestionamientos políticos de los sectores aristocráticos a la democracia subyacen factores económicos. De hecho, las posibilidades de recuperación económica encuentran sus límites en la propia esclavitud que no propicia el desarrollo de las fuerzas productivas, éstas permanecen estancadas. Por otra parte, la creciente separación entre trabajo productivo, considerado actividad inferior, y conocimiento científico limitan, igualmente, dicho desarrollo, Finley (1982 b), con respecto a esta cuestión afirma lo siguiente:
...cada vez fue aumentando también un obstáculo intrínseco que estorbaría  el  progreso ulterior, obstáculo que con el  tiempo  fue enorme  y  que  podríamos describir  -un poco a  grandes  rasgos y con amplia cabida para las excepciones-  como la creciente separación, el divorcio entre la teoría y la práctica o, en terminología actual, entre la ciencia pura y la ciencia aplicada. El saber se consideraba como un bien y la sabiduría como el bien más alto; pero  la finalidad del aprender era el saber, el conocer, no el hacer: llegar a entender contemplativamente al hombre y a la naturaleza, más bien que a dominar o transformar la naturaleza para ganar en eficacia o aumentar la producción. (p. 123)
        A pesar de esta situación, los ciudadanos pobres no están dispuestos a renunciar pasivamente a sus derechos y, por otra parte, los sectores oligárquicos -en cierto modo temerosos del poder en manos de la aristocracia y con la experiencia de un fracaso-  tienden  a  apoyar  una democracia que se transformó en  terreno fértil para la demagogia. En consecuencia, la democracia se mantiene, en el 338 a.C. se consuma el triunfo macedónico sobre los griegos, en el 332 a.C., después de la muerte de Alejandro, Macedonia sofoca una rebelión ateniense y restaura la vieja constitución basada en el censo de propiedad. Atenas ha perdido la hegemonía política, más no su supremacía intelectual por cuanto Platón y Aristóteles marcarán, definitivamente, el desarrollo de la filosofía occidental.

Es, precisamente, en este siglo IV a.C., convulsionado por los antagonismos económicos, sociales, políticos e ideológicos, donde se producen las propuestas pedagógicas de Platón y Aristóteles, ambas articuladas íntimamente a finalidades políticas y en el marco de proyectos de estados ideales orientados a superar dichos antagonismos y a restituir el ideal de “vida común armónica”.

        De tal manera, las concepciones pedagógicas de Platón y Aristóteles funcionan como ideologías, ambos organizan en un sistema teórico ideas tomadas de la realidad social en la cual actúan y las presentan como autónomas, fundamentadas en planteamientos  filosóficos que ubican en principios divinos o en  principios  naturales,  respectivamente;  de tal modo,  explican  y justifican la desigualdad social y, en consecuencia, la esclavitud y la explotación del hombre por el hombre.

El ideal pedagógico se perfila, tanto en Platón como en Aristóteles, mediante un conjunto de cualidades morales y cognoscitivas que -teóricamente- conducen a la formación de un hombre virtuoso, capaz de  garantizar la armonía social y la superación de la stasis o, en otras palabras, la superación de las luchas sociales. La justicia y la felicidad sólo son posibles en la medida en que el estado asuma plenamente el control de la educación y la adecue a las necesidades de la “polis ideal”. Por tal vía, los fines éticos de la educación se subordinan a finalidades políticas orientadas a lograr un Estado en el cual cada individuo cumpla la función social  que  le  corresponde.  Esto  dependerá:  para  Platón  del principio del alma que domine, por designio divino, en cada individuo y para Aristóteles del respeto a la ley natural que prescribe obedecer y mandar de acuerdo a la edad. Ambos pensadores  excluyen al  trabajador productivo -debido a su inferioridad natural- de toda posibilidad de participación en la vida de la polis griega.



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1 Esta guerra condujo a la humillación de Atenas por parte de Esparta con el establecimiento de una guarnición espartana en su territorio y de la férrea junta de los treinta tiranos.
Finley (1986), dice: “La ambigüedad de la palabra demos es muy significativa: por una parte, se refería al cuerpo de ciudadanos como un todo, como en las palabras introductorias de los decretos oficiales de una asamblea democrática griega –“el demos ha decidido”- por otra parte, se refería al pueblo común, a los muchos, los pobres, como en el Gorgias de Platón.” (p. 12)
2 Esta cuestión es tratada tanto por RUSSELL, Bertrand. Historia de la Filosofía Occidental. Tomo I, p. 86 como por  Farrington, B. Ciencia y política en el mundo antiguo, p. 69.
3 Finley (1981) refiriéndose a la procedencia del término “demagogo” dice lo siguiente: “La palabra demos era en sí  misma ambigua; entre sus significados, por ejemplo, había uno que logró dominar en el uso literario, literalmente “el pueblo llano”, “la clase más baja”, y este sentido proporcionó la subida de tono en los “demagogos”  (llegados a ser líderes gracias al apopo de la gente llana). Todos los autores aceptaban como axiomática la necesidad de liderato político; el problema era distinguir entre el tipo bueno y el tipo malo de líderes. En Atenas y su democracia, la palabra “demagogo” se convirtió en la manera más fácil de identificar al tipo del malo, ...”... (p. 14)

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