Prof. Carmen Elena Chacón.
Cátedra de Historia de las Ideas Pedagógicas en Venezuela.
Departamento de Teorías e Historia de la Educación.
Escuela de Educación.
Universidad Central de Venezuela.
Francisco de Goya. 1746-1828. El sueño de la razón produce monstruos |
Estudiar el proceso que siguió la educación venezolana, a finales de la colonia, en un momento importante de nuestra historia, en el cual se inicia la transición hacia la construcción de la Nacionalidad, implica entre otras cosas, conocer cuáles fueron las ideas que, a finales del siglo XVIII, inspiraban los planteamientos más significativos que en esta materia, estaban haciéndose en nuestra pequeña metrópoli caraqueña, que expresan entre otras ideas el antagonismo que se prefigura entre el pensamiento tradicional escolástico, fundamento del orden feudal y del llamado Antiguo Régimen y un nuevo pensamiento, basado en un orden racional y fundado en la “naturaleza de las cosas”. Los textos que siguen en la segunda parte de este escrito, nos pueden permitir entender cuál es el pensamiento que rige el plan de reformas que emprendió la corona española con el objetivo de modernizar al país y cómo dichas ideas se expresaron en el pensamiento pedagógico venezolano del período.
El movimiento de la Ilustración
Carlos III de Borbón |
El
movimiento conocido como Ilustración comienza a dar sus
primeras señales de existencia ya hacia finales del siglo XVII y se extenderá
hacia finales del siglo XVIII y buena parte del siglo XIX. Sin embargo, el
significado y alcances históricos de este movimiento intelectual no son
posibles de ser constreñidos a un período de tiempo específico, puesto que aún
en la actualidad se pueden detectar en buena parte del pensamiento de occidente
los profundos lazos que en el plano teórico, todavía nos unen con esa
racionalidad que conocemos como racionalidad
ilustrada quizás porque la misma, más que implicar un conjunto de principios, ideas o pensamientos
propios de un movimiento intelectual organizado, significó ante todo la
expresión de una postura particular,
filosófica, política y aún existencial, de un grupo de hombres, intelectuales,
cuyas expectativas eventualmente desbordaron la realidad en la que se
desempeñaban como actores.
En 1784, el
filósofo alemán Emmanuel Kant, tratando de responder a la interrogante sobre
¿Qué es la Ilustración?, decía que la misma es... la liberación del hombre de su culpable incapacidad...[1]
Continuaba escribiendo Kant:
La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino en la decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. [2]
Y culminaba
con lo que sería acuñado como el lema de la Ilustración: ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón! [3]
Si hay un
elemento que está presente en cada una de las expresiones que asumió este
disímil movimiento es, la fe
incondicional en las ilimitadas posibilidades
de la razón humana como herramienta autosuficiente en la búsqueda y logro
de los objetivos de la existencia, trazados en el marco de una nueva concepción
de hombre y de su ubicación en el mundo. Esta fe incondicional expresa, a la
vez el espíritu optimista de este movimiento, para el que la liberación del
hombre en todas sus dimensiones vendría dada a partir del reconocimiento de la
actividad racional como constitutivamente liberadora.
Esta
circunstancia se transforma en una inusitada fe en la razón como único árbitro
de las acciones humanas y juez supremo a través del cual es posible viabilizar
la crítica a todo lo que provenga de la tradición, sean valores, sean instituciones, sean
ideologías en general.
En el marco
de este pensamiento, la independencia de la razón humana de las ataduras de la
tradición y de la autoridad exterior impuesta y trascendente, se coloca como
principio fundante de la acción del hombre, utilizándose como instrumento para
someter a la crítica más acérrima todas las instituciones tradicionales
comenzando por los dos grandes poderes, el temporal y el eclesiástico.
La ciencia
acompaña a la filosofía en la búsqueda
de un nuevo camino que permita al hombre su autonomía intelectual. Desde el
siglo XVII, se venían produciendo grandes avances en las ciencias, ejemplo de
ello es la particularización de los saberes: la ciencia natural, la historia
natural, la geometría, la matemática, la física, el derecho natural, todas van
conformando saberes que nutren una nueva concepción de la vida y el hombre de
corte científico/terrenal. Avances científicos que contribuyen a la
construcción de una nueva manera de ver y/o crear un nuevo orden basado en la
razón y la verdad. Así,
La ilustración supone (...) una actitud global que envuelve una concepción de la vida cuyo centro es el hombre, independizado de las tutelas sociales, políticas y religiosas tradicionales, y poseído de una fe en sus propios medios, razón y ciencia, que le permiten resolver los problemas de la existencia y dominar la naturaleza, lo que se concreta en un humanismo optimista y progresivo.[4]
En este
contexto, el pensamiento se abre paso hacia una actitud optimista en cuanto a
las posibilidades del hombre de acceder al conocimiento de la naturaleza y las
leyes que la explican utilizando como vía sus sentidos y su razón. Esta misma
actitud optimista, fundamenta la creencia en la perfectibilidad de la naturaleza humana y el progreso de la humanidad como corolario inevitable de la historia.
La Ilustración en España
Es a partir
de l757, con el ascenso al trono de España el rey borbón Carlos III, cuando de
una manera más clara, sistemática y organizada, se intenta introducir al país
en una dinámica de modernización que abarca todos los ámbitos de la vida española, debido a que era éste uno de
los países más atrasados de Europa. En este contexto, la propia corona impulsa
un plan de reformas, lo cual le imprime la particularidad de ir dirigido
fundamentalmente hacia la satisfacción de un anhelo de progreso y felicidad
sociales por vía del aumento del nivel de vida de los habitantes a través del
fomento de la producción agrícola y artesanal basándose en postulados fisiocráticos.[5]
Como es posible entrever aquí, la dimensión política del pensamiento de la
ilustración se soslaya en la medida en
que, por un lado, no se busca acabar con los privilegios de las clases
tradicionales, cuyo apoyo al plan de reformas resultaba indispensable, y por
otro lado, pero como elemento vinculado al anterior, no se intenta tampoco
ampliar las posibilidades de participación política a aquellos sectores no
vinculados a la nobleza terrateniente o en general, a los grupos sociales
tradicionalmente privilegiados, lo cual confirmaría el carácter elitista y
minoritario que caracteriza el movimiento ilustrado español.[6]
En suma, una de las peculiaridades que
asume el proyecto reformador en manos del gobierno español, con características
de despotismo ilustrado, es su énfasis en el carácter económico de las
reformas, es decir, la visión de la importancia de lograr el progreso y la
felicidad social por la vía del aumento de la producción y del trabajo. Más
aún, agrega el historiador Jesús Fueyo:
...la vivencia española de la Ilustración, despliega el fenómeno europeo desde la convicción íntima de la negatividad histórica del pasado y de la idea agorera, que quedaría fijada para siempre en nuestra conciencia histórica, de la decadencia española...[7].
Es posible
que esta -en muchas ocasiones- acre actitud hacia todo lo que significara el
pasado y la tradición, fuera la explicación de expresiones duras tales como “los principios apestados de los siglos
obscuros”, utilizada para referir los valores heredados del pasado[8],
pero a la vez históricamente necesarias ya que las mismas formaron parte de
todo ese contexto ideológico y cultural que debía acompañar y hacer socialmente
legítimas las intenciones de reforma que se estaban generando a partir del
propio gobierno.
De
cualquier manera, estas intenciones de reforma puestas en movimiento sobre la
base de principios ilustrados, obedecían a una exigencia histórica ineludible:
superar las condiciones de atraso cultural y de pobreza material general que se
convertían en impedimento importante para la incorporación de España en
condiciones de igualdad al concierto del desarrollo capitalista
europeo-occidental. A su vez, un
espíritu contradictorio acompañaba este proceso: el hecho de asumir un
pensamiento, una ideología que por su naturaleza y fundamentos pone de relieve
el principio de libertad del hombre de todas sus ataduras, pero al servicio de
un orden monárquico absolutista, esta contradicción signará de manera
significativa el carácter, orientación y profundidad de las reformas
emprendidas.[9]
A pesar de
su carácter contradictorio, la alianza por demás transitoria, entre el poder
absoluto y las nuevas clases sociales en ascenso representadas en el grupo de
ilustrados españoles que rodearon al monarca,
tenía entre algunos miembros de la clase dominante, pintorescas formas
de legitimación:
Para el logro de las grandes cosas, es necesario aprovecharnos hasta del fanatismo de los hombres. En nuestro populacho está tan válido aquello de que el rey es el señor absoluto de la vida, las haciendas y el honor, que el ponerlo en duda se tiene por especie de sacrilegio, y de aquí el nervio principal de la reforma. Yo también sé que el poder omnímodo del monarca expone la monarquía a los males más terribles, pero también conozco que los males envejecidos de la nuestra sólo pueden ser curados por el poder omnímodo.[10]
Hay un aire de conservatismo en el fondo de
estas ideas, puesto que no está planteado irrespetar el estatus de la monarquía. De hecho, si hay algo a lo que temen tanto
la monarquía absoluta como el círculo de ilustrados, es el caos que traen
consigo las revoluciones, cuyos
estruendos se escucharán bien cercanamente a partir de 1789, por cierto no por
el rey Carlos III, quien ya había muerto en 1788.
En
cualquier caso, la claridad en la idea de que el progreso material estaba
vinculado a la recuperación económica
del país y que para llevar a efecto un programa de reformas en este sentido era
necesario desarrollar en el pueblo español una mentalidad proclive a las ideas
modernas, pero sin renunciar a algunos principios básicos legados de la
tradición como eran, el respeto a la
monarquía absoluta y el respeto a los
principios del cristianismo, traen a primer plano a la educación como
proceso de formación del súbdito y vinculado con ello, a la escuela como la
institución en que dicho proceso se hace posible.
Es una idea
generalmente aceptada por los historiadores que la mentalidad española,
producto del legado de la dinámica feudal, respondía a un
ideal de vida aristocrático, del que participaban también las clases populares.
Todos aspiraban a imitar los moldes nobiliarios, desde la formación de
mayorazgos en cuanto se reunía un pequeño patrimonio, hasta la desaplicación a
los trabajos mecánicos. [11]
Este hecho
ponía en evidencia la necesidad histórica de una reforma en las mentalidades
que las hiciera proclives al desarrollo de actividades económicas
tradicionalmente rechazadas como el comercio, y aún el ejercicio de las artes mecánicas o útiles. La creencia en
que dicha reforma sólo podría ser emprendida por vía de la educación se convierte en una de las razones que
justifica la preocupación que encontramos con relación a la reforma y
organización de la misma, procesos que particularmente durante el reinado de
Carlos III serán asumidos como responsabilidad del estado y, por consiguiente,
como parte de la acción política de su gobierno, dentro de un movimiento de
tendencia secularizante.
Sin
embargo, es necesario, tener claro que esta estrategia reformadora cuyo objeto
era “modernizar” las mentalidades, no perdería en ningún momento su carácter
clasista, así, el sentido de la renovación de la educación española es
coherente con la estrategia reformista de la política y con el objetivo de
progreso social pero también lo es con el respeto al modelo estamental imperante: cuando se refiere el propósito de
modificar las mentalidades eliminando los prejuicios con relación al ejercicio
de oficios útiles, y, por consiguiente, a los que los ejercen[12], no se
quiere significar la ampliación
del acceso al ejercicio de dichos oficios para todas las clases, ya que el
ejercicio de dicha actividad siguió estando reservado a los artesanos. Lo que
se pretende es cambiar la visión de la sociedad en general hacia el ejercicio
de dichos oficios. Y el intento más patente se expresa en una Real Cédula de
1783 por la cual se declaraban ser honrados todos los trabajos manuales y
asimismo quienes los ejercían.
En 1789 El
presbítero Isidoro Morales, en un discurso pronunciado ante la Sociedad
Económica Matritense de Amigos del País, expresaba con claridad meridiana la naturaleza de una educación que no era la
misma para todas las clases sociales: La educación
para ciertas clases del Estado consiste en promover su ilustración; y para
otras en proporcionarles ocupación, hacer que el trabajo sea siempre un recurso
infalible de subsistir.[13]
Sobre estas
bases se emprende la reforma de la educación española, por lo tanto, es
importante dejar establecido que existen en este contexto dos clases de
educación: la de las élites y la del pueblo llano. La una dirigida a la
formación de aquellos destinados a mandar; la otra dirigida a quienes habrían
de ejercer algún oficio, pero que a la vez necesitaban ser educados, como lo
proponía Campomanes en su Discurso sobre la educación popular de los
artesanos y su fomento, en la obediencia y resignación cristianas, en el
amor al trabajo y en el aseo personal[14].
Este
carácter diferencial de los alcances de la reforma que en el ámbito de la
educación emprendió el gobierno de Carlos III, no niega la significación de
algunas de las acciones emprendidas, antes bien, ellas dicen de la importancia
de la función social que a partir de entonces se le asignaría a la institución
escolar.
Es así
como, por ejemplo con respecto a la educación elemental, surge una preocupación
fundamental: el mejoramiento de la
enseñanza en su aspecto técnico. Tal preocupación, que corre paralela al
deseo de generalizar los nuevos métodos debidamente ensayados y perfeccionados
y la formación sistemática de los maestros, es la justificación para la
creación en 1791 de la Academia de Primera Educación, organismo a través del
cual se viabilizarán las nuevas ideas sistematizadas por el llamado Movimiento de San Ildefonso.[15]
La acción
docente de los maestros vinculados a la Academia, realizada en un principio en
las ‘Escuelas de la Real Comitiva’, particularmente San Isidro de Madrid y San
Ildefonso del Escorial, se extendió
luego con la creación por el rey Carlos IV de las ‘Escuelas Reales’, que en
número de ocho fueron creadas en igual número de distritos en la ciudad de
Madrid. La creación de estas escuelas es expresión del interés por extender los
beneficios de la nueva metodología de la enseñanza a otros sectores de la
sociedad, aunque con alcances limitados. Al respecto refiere J. Ruiz Berrío:
Los alumnos de estas escuelas debían ser niños pobres enviados por los Consejos de Caridad, quienes serían educados gratuitamente. Sin embargo, se permitía a los maestros aceptar también alumnos ricos en sus clases, quienes debían dar una retribución a la escuela. Además, se asignaba a los maestros un salario medianamente más confortable que el tratamiento habitual.[16]
La
existencia de este movimiento, aunque corta y de limitados alcances,[17]
como ya lo mencionáramos, es significativa, por cuanto expresa, a nuestro modo
de ver un cambio en la concepción
tradicional de la educación en tanto proceso, del significado social del saber
y de la escuela e incluso de la infancia y del niño, aspecto éste que se
manifiesta en el interés por mejorar los métodos de enseñanza para hacerlos
adecuados a la edad de los educandos, pero también en la profesionalización de
los maestros, con lo cual se contribuía a darle prestigio social a la
profesión.[18]
Hemos visto
como el programa de reformas adelantado por el gobierno español, está signado
por una gran paradoja: su raigambre filosófica ilustrada puesta al servicio del
interés monárquico-absolutista, por lo tanto de la consolidación del poder
absoluto. Este hecho define el alcance y la profundidad de dichas reformas, las
cuales están orientadas en términos generales hacia los siguientes aspectos: este programa estuvo fundamentalmente
dirigido a lograr la recuperación económica del país, mejorando las condiciones
materiales de existencia de sus habitantes sobre la base de la convicción de
que la clave del progreso y, por consiguiente, la felicidad del pueblo radica
en la mejora de la economía del país, y particularmente en el desarrollo de la
agricultura, según ideas basadas en el programa fisiocrático.
Una de las
características más significativas de este proceso, como hemos esbozado con
anterioridad, es que intenta llevarse a cabo sin modificar sustancialmente la
estructura estamental de la sociedad española, ni las tradiciones fuertemente
arraigadas dentro del espíritu religioso católico. Este hecho particulariza en
proceso español con respecto a los que se desarrollaron en el resto de Europa.
Dentro de
este mismo contexto, la educación, considerada como vehículo de formación de
una nueva mentalidad proclive a la modernización, sufrió un proceso de secularización que se profundiza particularmente a partir de
la expulsión de la Compañía de Jesús, hecho ocurrido en España en 1767. A pesar
de ello, la educación continuó
teniendo un carácter estamental y elitesco, por lo que los fines a los cuales
se haya vinculada son más bien de naturaleza práctica, pero también tomando en
cuenta ese carácter estamental, es decir, la educación del pueblo llano, orientada hacia la formación de la mano de obra
necesaria para el desarrollo del país, y
la educación de las clases dirigentes, que conduce a la formación en las
disciplinas tradicionales a los elementos vinculados al clero, la milicia, los
cargos burocráticos de gobierno, etc. Todo ello, sin olvidar que además debía
darse una educación común, orientada hacia la formación moral de todos los
miembros de la sociedad. A cumplir esta función se destina la escuela elemental. Al respecto dice el
historiador Miguel Pereyra:
Sólo nos falta agregar que todas estas ideas tendrán expresión en el pensamiento que a finales del siglo XVIII se va a manifestar en el contexto colonial venezolano en el que la preocupación por la educación aparece vinculada a distintos ambitos: el problema del acceso de los pardos a la Universidad, como vía de igualación social; el problema de la irrupción de la ciencia y la importancia de los estudios científicos en el seno de la Universidad Colonial; el problema del fomento de la educación científica como vía para el desarrollo productivo y por ende, para el mejoramiento de la economía; y el problema de la extensión de la educación elemental para todos los grupos sociales, entre otros....cualesquiera que fueran las enseñanzas que a unos y a otros se les proporcionara, se debería incluir en todas las clases la necesidad y la obligación de dirigir la ‘conducta civil’ a la ‘común felicidad’ para que el ‘interés propio’ fuera de este modo ‘más ilustrado’. [19]
Dos Textos
MEMORIA SOBRE LA
EDUCACION DEL HOMBRE DEL CAMPO
Autor Anónimo.
Archivo de
la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia.
(C-39, VI,
Memorias, n.4.1.)
Fragmentos
……las
Leyes no son suficientes para desterrar los delitos……. El más poderoso dique
son las costumbres. Los trabajadores del campo en este Reyno apenas tienen
algunas, y como estos son los que componen la mayor parte de la población, se
evidencia quan importante y preciso es pensar en su educación, y que influxo no
puede tener esta en desterrar los excesos, que en el día aflijen la humanidad
(…)
Dos son los obstáculos que impiden la educación de nuestros labradores, cierta
disposición de parte de ellos, y el carecer de establecimientos de enseñanza
pública. La primera es su pobreza y miseria y la opresión que padecen. Meros
colonos de la tierra que cultivan, la aran, siembran, caban, escardan, siegan y
trillan y hacen las demás labores (…) Pensaban estos infelices aliviar sus
fatigas y satisfacer su necesidad, pero de sus mismas eras ven partir el fruto
de sus sudores, entre el diezmo y primicia, derechos de señorío, arrendamiento
de las tierras, pósito, contribuciones legales y otras gabelas.
(…)
¿Debemos extrañar que nuestros labradores sean groseros, carezcan de toda
civilidad, no tengan moralidades, no respeten el sagrado derecho de la
propiedad, sean vengativos, ignoren lo que deben al Soberano y a la Patria, en
una palabra, no hayan llegado a conocer ni aún los primeros elementos de las
virtudes sociales, quando no tienen educación pública ni privada? Los padres
destituidos de luces y de principios, no pueden comunicar a sus hijos estos
conocimientos. En muchos pueblos no hay escuelas de primeras letras, y donde
las hay, están mal dirigidas, no tienen método, se permiten en ellas librejos
despreciables y aun perjudiciales (…) Si el niño desde su tierna edad, se le
inspiran sentimientos de probidad y patriotismo, se le enseña a obedecer al Rey
y al Magistrado, a venerar al Sacerdote y al defensor de la Patria, a amar al
próximo, a respetar el lecho y la propiedad agena, a no mentir, a comer el pan
con el sudor de su frente, a perdonar las injurias, a ser sobrio y frugal,
llegara a la edad más avanzada siendo un dechado de buen cristiano y buen
ciudadano y hasta los últimos momentos de su vida inspirara las mismas
costumbres y sentimientos a los hijos de sus hijos.
(…)
Tantas cátedras de latinidad y de añeja y absurda filosofía, como hay
establecidas por todas partes, contra el espíritu y aún contra el tenor de
nuestras sabias leyes: tantas cátedras que no son más que un cebo para llamar a
las carreras literarias a la juventud, destinada por la naturaleza y la buena
política a las artes útiles, y para amontonarla y sepultarla en las clases
estériles, robándola a las productivas: tantas cátedras en fin, que solo sirven para hacer que
superabunden los capellanes, los Frailes, los médicos, los letrados, los
escrivanos y sacristanes, mientras escasean los arrieros, los marineros, los
artesanos y labradores, ¿no estarían mejor suprimidas, y aplicada su dotación a
esta enseñanza provechosa. Ya es tiempo, pues de que nos desengañemos, y que
con preferencia a dichos objetos que han ocupado la atención de nuestros
antepasados, nos ensayemos en formar un plan de educación para nuestros
labradores….
(…)
Además de la cátedra de Agricultura que debe establecerse en todas las ciudades
y villas de alguna consideración, deben fundarse en las mismas y en todos los
lugares, por pequeños que sean, otras dos escuelas. Una de primeras letras; y
otra rústica para instruir a la juventud en los elementos de la agricultura,
virtudes sociales, moral y otros ejercicios que contribuyan a su robustez y
mejor constitución física.
(…)
El Maestro de primeras letras, debe enseñar a leer, escribir, las cuatro reglas
de contar, el pequeño catecismo del Obispado, el histórico de Fleury, las
virtudes sociales y las máximas de buena crianza
Tomado de: MAYORDOMO PEREZ, Alejandro y Luis Miguel LÁZARO
LORENTE. Escritos Pedagógicos de la
Ilustración. Ministerio de Educación y Ciencia. Madrid. 1988. Pp. 101-110
EL NOBLE BIEN EDUCADO
Antonio Vila y Camps
Prologo
y Caps. III y V de la 2ª parte. Pp. 155-158 y 210-224. (Biblioteca de la
Universidad de Valencia)
Fragmentos
Nadie
ignora las grandes ventajas de la buena educación; y entre los desdichados se
hayan muy pocos que no deban la mayor parte de sus desgracias a su mala
crianza. Luego, será a todos conveniente dar quanto antes aquellos verdaderos y
sólidos principios que producen la buena enseñanza. De esta no sólo depende la
felicidad de una familia, sino que toda la dicha de la República estriba sobre
ella, y se puede decir, que la buena educación ha sido siempre uno de los
mayores apoyos de cualquier Estado.
(…)
Aunque esta necesidad sea…universal, y que compreende a todos; no obstante es
de mucha mayor importancia en la noble juventud, porque así como Dios ha querido distinguir a los nobles, y a los
Caballeros por su nacimiento, también quiere que estos se distingan por sus
virtudes, y sean como unos espejos en que se pueden mirar los demás del pueblo
para arreglar su conducta. Este es el motivo por qué se debe cuidar con más
circunspección de aquellos jóvenes, en quienes habrá de resplandecer algún día
su dignidad, por los buenos oficios que podrán hacer a su Rei, y a su Patria.
(…)
El objeto de la educación es todo quanto puede contribuir a formar un hombre cabal y un perfecto
cristiano, y por consiguiente es preciso que se aprendan todas aquellas reglas
de Urbanidad y Política, y muchas ciencias a más de las obligaciones que la
Religión nos impone.
(…)
Las pasiones con que nacemos, son todavía más peligrosas su no se tiene mucho
cuidado de negarlas la condescendencia en la primera edad; porque si no, van
tomando brío y prevalecen fácilmente contra la flaqueza de la razón. Y así, la
instrucción debe suplir todo esto; ha de enseñar a domar las pasiones antes de
que estas lleguen a hacerse poderosas; pues de otra manera todas las saludables
lecciones serían inútiles, si el horror y el temor del vicio no fueran
anticipados de la razón. De esta omisión, y del poco cuidado que se suele tener
en la dirección del corazón, viene el que se vea la educación casi sin fruto
alguno. Las Lenguas, las Ciencias, la Urbanidad y la Política, suelen llevarse
toda la atención de los Maestros. Es
verdad que todas estas son necesarias en la educación de un Caballero;
pero Urbanidad y Política sin Piedad, y sin Devoción, jamás harán un hombre
cabal, ni perfecto; y una buena instrucción, al paso que debe cultivar el
entendimiento, ha de enseñar las obligaciones de la vida moral y política.
MEMORIA SOBRE LA EDUCACION DEL HOMBRE DEL CAMPO
Conocimientos necesarios a un Caballero
El que sabe que está en el mundo para la pública utilidad; el que
mira todo el mundo como a su misma patria; el que vive privadamente como si
fuese en público; el que evita todo lo que no es honesto, y bueno; y el que
obra conforme a las máximas que la buena, y sana razón le dicta, aquel es el
que ha adquirido la buena ciencia. Más vale saber poco y aprovecharse de ello,
que saber mucho, y no valerse de lo que se ha estudiado
Lo primero que debe estudiar es
Religión.
Un caballero debe estudiar bien
a raíz las obligaciones de su estado.
Contenido de los estudios:
Historia
Geografía
Cronología
Historia Sagrada
Historia Profana e Historia de España
Historia de Portugal
Historia de Roma
Idiomas: Lengua Latina, Francés, Inglés, Griego y
Español.
Derecho Civil
Derecho Patrio
Historia Natural
Física experimental
Educación física
Música
Equitación
Baile
Natación
Caza
Esgrima
Juego
Algunas
artes mecánicas como Escultura, talleria, tornería, carpintería, agricultura,
todas ellas con objeto de divertir al hombre que estudia y se aplica a sus
negocios particulares.
Tomado de: MAYORDOMO PEREZ, Alejandro y Luis Miguel LÁZARO
LORENTE. Escritos Pedagógicos de la
Ilustración. Ministerio de Educación y Ciencia. Madrid. 1988. Pp. 193-218
[1]KANT, Emmanuel. Filosofía de la Historia. Pag. 25.
[4]LEÓN, Virginia. La Europa Ilustrada. Pag. 14.
[5] La fisiocracia o fisiocratismo
era una escuela de pensamiento económico del siglo XVIII fundada por François
Quesnay, Anne
Robert Jacques Turgot y Pierre
Samuel du Pont de Nemours
en Francia. Afirmaba la existencia de una ley natural por la cual el
buen funcionamiento del sistema económico estaría asegurado sin la intervención
del gobierno. Su doctrina queda resumida en la expresión laissez faire. El origen del término fisiocracia
proviene del griego y quiere decir "gobierno de la naturaleza",
al considerar los fisiócratas que las leyes humanas debían estar en armonía con
las leyes de la naturaleza. Esto está relacionado con la idea de que sólo en
las actividades agrícolas, la naturaleza posibilita que el producto obtenido
sea mayor que los insumos utilizados en la producción surgiendo así un excedente
económico. Los fisiócratas calificaron de estériles las actividades como la
manufactura o el comercio donde la incautación sería suficiente para reponer
los insumos utilizados. Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Fisiocracia, el 22.01.13 a las 10:23 am.
[6]ESTEBAN, León. Las Obras “Ilustradas” sobre Educación y su recepción en España. Revista de Educación. Número Extraordinario 1988. La
Educación en la Ilustración Española. Pp. 135-160.
[7]FUEYO, Jesús. Ideas del Estado en la Ilustración. En: Op. Cit. Tomo I. Pag. 35-70. Las cursivas son
nuestras.
[8]Expresión utilizada por el Conde de
Floridablanca en carta dirigida al Conde de Aranda. Citada por Jesús Fueyo en Op. Cit. Pag. 35.
[9]El historiador Juan Francisco Fuentes,
señala, sin embargo, algunas de las medidas de mayor significación tomadas
durante el reinado de Carlos III: supresión de las tasas sobre los granos y
liberación de su comercio interior (1765); puesta en marcha del proyecto de Sierra
Morena y la reforma del régimen
municipal (1766); la expulsión de los jesuitas (1767); la reforma de los planes
de estudio de las universidades (1770-71); la libertad de arrendamientos
(1770); la libertad de comercio con las colonias americanas (1778) y la
creación del Banco de San Carlos (1782).
FUENTES, Juan Francisco. Luces
y Sombras de la Ilustración Española. Revista de Educación. Número
Extraordinario. 1988. Pag. 16.
[11]PALACIO ATARD, Vicente. Herencia y legado de Carlos III. En: Carlos III... Op. Cit. Tomo II. Pag. 22.
[12]AGUILAR PIÑAL, Francisco. La educación al servicio del progreso en el
siglo XVIII. En: Carlos
III... Op. Cit. Tomo II. Pag. 48.
[13]MORALES, José Isidoro. Discurso Inaugural de la Junta General de la
Sociedad de Madrid. 1789. En: AGUILAR PIÑAL, Francisco. Ibidem. Pag. 50.
[14]Este aspecto será trabajado in extenso en
el punto referido a la infancia en este mismo trabajo.
[15]Este nombre “Movimiento de San Ildefonso”
le fue dado por el historiador Julio Ruiz Berrío. Con relación a las
incidencias de este Movimiento, recomendamos consultar el libro del Prof.
Gustavo Adolfo Ruiz: Simón Rodríguez.
Maestro de Escuela de Primeras Letras. Ediciones de la Biblioteca de la
Academia Nacional de la Historia. Colección Fuentes para la Historia Colonial
de Venezuela. No. 206. Caracas. 1990.
[16]RUIZ BERRIO, Julio. El proceso de profesionalización de los institutores de la Escuela
Primaria en España. (1780-1808). El caso del Movimiento de San Ildefonso. En: Revista Paedagogía Historica.
Número Especial XXX. 1994-1. Bruselas. Bélgica.
[17]En este sentido quisiéramos incluir aquí
una de las observaciones hechas por Pascual Vallejo, jurisconsulto, en su Discurso sobre la necesidad de una reforma
general de los métodos de educación de las Escuelas, Universidades y los
Colegios de la nación, e idea general de su reforma, pronunciado en la Real
Academia de Derecho Público y Patrio en 1791: “A excepción de las escuelas de
la Corte, algunas de las capitales y una u otra de las ciudades subalternas,
las demás se hallan sin regla ni método conveniente, y entregadas a la
discreción y al cuidado de unos maestros que por lo común carecen de toda
instrucción literaria y liberal, que leen mal y pronuncian peor, que escriben
sin ortografía, sin carácter constante, sin principios ni reglas... En: VIÑAO
FRAGO, Antonio. Alfabetización e
Ilustración: Difusión y usos de la cultura escrita. Revista
de Educación. Número extraordinario. 1988. La Educación en la
Ilustración Española. Madrid. Pp. 277-302.
[18]Dignos de mencionarse pudieran ser
también los esfuerzos por reformar los estudios dedicados a la enseñanza
secundaria y la reforma de la universidad, sin embargo, no es nuestra intención
ser exhaustivos en el desarrollo de este punto, sino más bien resaltar las
líneas que orientaron las reformas.
[19]PEREYRA, Miguel. Hubo una vez maestros ignorantes. Los
maestros de primeras letras y el movimiento ilustrado de las academias.
En: Revista Educación.
Número Extraordinario. 1988. La Educación en la Ilustración Española. Madrid.
Pp. 195-224.
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