Prof. Carmen Elena Chacón.
Cátedra de Historia de las Ideas Pedagógicas en Venezuela.
Departamento de Teorías e Historia de la Educación.
Escuela de Educación.
Universidad Central de Venezuela.
¿Para qué nos sirve el conocimiento histórico y más importante aún, cuál es el significado del conocimiento histórico para un Licenciado en Educación y diseñador de políticas públicas en el área?
Comentarios basados en el texto de Luis Villoro (2010), El Sentido de la Historia. En: VV.AA. Historia. ¿Para qué?. Siglo XXI Editores. México.
Inicialmente el interés por la historia se produce motivado por la búsqueda de conocimiento
sobre un sector particular de la realidad. En este sentido, el objetivo de
la Historia es el esclarecimiento racional de ese sector.
La función de la Historia en
general, se considera como comprender el presente. En este sentido, pareciera que, de no remitirnos a
un pasado, con el cual conectar nuestro presente, este resultará
incomprensible, gratuito, sin sentido. Remitirnos a un pasado dota al presente de una razón de existir, explica el
presente.
Pero, la conexión con el pasado
remite al “principio”, y en la reconstrucción del mismo, a veces se confunde el
principio con el fundamento, y los antecedentes con las causas de los hechos. La Historia nace del intento de
explicar el presente desde sus antecedentes o condiciones necesarias. El pasado da razón del presente,
pero sólo lo descubre a partir de ese presente que pretende explicar.
A la vez que el pasado permite
comprender el presente, éste plantea interrogantes que incitan a buscar en el
pasado. Las respuestas a estas
interrogantes formuladas desde el presente, permitirán hallar orientaciones
para la realización de propósitos concretos, razón por la cual, al interés
general de conocer, se añade el interés particular de la situación concreta del
historiador en el presente. Esto explica por qué el
historiador va al pasado, pero además explica también su preferencia frente a
unos antecedentes con respecto a otros.
Este punto nos lleva al tema del
conocimiento histórico, no solamente como explicación del presente, sino
también como justificación y legitimación del presente. Lo que ha significado
esto en la historiografía es el intento constante de reescribir la historia con
objeto de dar cabida a nuevas interpretaciones, acordes con las necesidades e
intereses actuales.
El historiador Leo Kofler (1971),
al tratar el tema del Renacimiento en su obra “Contribución a la Historia de la
Sociedad Burguesa”, plantea lo siguiente:
Se puede afirmar que la tendencia
a fundarse en un patrimonio intelectual antiguo con el cual se cree descubrir
–con mayor o menor derecho- un parentesco, existe prácticamente en todas las
épocas. Apelar a la autoridad reconocida de lo antiguo y venerable, facilita el
reconocimiento del propio punto de vista, y aunque con frecuencia se tenga la
ilusión de que el parentesco es real, el pensamiento expuesto sólo obedecerá a
aquellas necesidades que el desarrollo de la sociedad origina. (pag. 129).
Parece haber aquí un doble
interés: interés en la realidad para adecuar a ella nuestra acción e interés en
justificar nuestras acciones y nuestros proyectos. El primero es un interés
general, propio de la especie, mientras que el segundo se nos presenta como un
interés particular, del grupo o de la comunidad. De aquí que sea tan difícil separar en la Historia lo que tiene de
ciencia de lo que tiene de ideología. Ello incide particularmente en la
dirección que puedan asumir los procedimientos en historia: la selección de
datos, la argumentación, la interpretación.
Este tema de los intereses
individuales, conduce a otro aspecto adicional: el tema de cuándo y por qué un
hecho puede considerarse histórico, partiendo de la consideración de que los
hechos históricos rebasan al individuo, y en el otro extremo, ¿hasta dónde la
Historia puede ser considerada como expresión o producto de la Historia de todos? Al respecto señala el historiador
Josep Fontana (2001) que,
No podemos despreocuparnos de la
función social de la Historia porque lo que nos estamos jugando es demasiado
trascendental y si bien es verdad que los viejos métodos nos han fallado y que
la confusión ecléctica que ha venido a reemplazarlos nos sirve de poco, nuestra
respuesta no puede ser la de abandonar el campo, sino la de esforzarnos en
recuperar unos fundamentos teóricos y metodológicos sólidos, que hagan posible
que nuestro trabajo pueda volver a ponernos en contacto con los problemas
reales de los hombres y mujeres de nuestro mundo. Y que nos han de llevar de
paso a reemprender el proyecto, hasta hoy no realizado, de construir una
historia de todos, capaz de combatir con las armas de la razón los prejuicios y
la irracionalidad que dominan en nuestras sociedades. Una historia que nos
devuelva la voluntad de planear y construir el futuro, ahora que sabemos que es
necesario participar activamente en la tarea, porque no está determinada y
depende de nosotros. (pag. 15).
La Historia, en la medida en que
favorece la cohesión de los grupos y por ende, refuerza actitudes de defensa y
lucha frente a amenazas externas, constituye un elemento importante en el
desarrollo de la identidad nacional e institucional. Este es uno de los objetivos que
cumple la llamada “historia oficial”, la que además tiene como función la
justificación de la estructura de dominación imperante.
Clío. La Musa de la Historia |
Sin embargo, se plantea otro
aspecto importante y es, cómo este proceso de comprender los orígenes de los
vínculos que cohesionan una comunidad puede conducir a cuestionarlos en lugar
de justificarlos. Se dice en el texto, que la Historia puede mostrar así mismo, que es la voluntad de los hombres la que la
mueve, y que por lo tanto es posible que sean los mismos hombres los que puedan
cambiar su rumbo. El historiador Fontana (2001) lleva esta idea más allá, al hablar del horizonte histórico como
infinitas posibilidades de futuro, cuya concreción dependerá no sólo de fuerzas
ajenas a la voluntad humana, sino de la propia actuación de los individuos
conscientemente orientados a un fin.
Así, el siguiente párrafo del historiador y filósofo Luis Villoro (2010) resume
en buena medida lo que sería el sentido de la historia:
¿Para qué la historia? … para
comprender por sus orígenes los vínculos que prestan cohesión a una comunidad
humana y permitirle al individuo asumir una actitud consciente ante ellos. Esa
actitud puede ser positiva: la historia sirve entonces a la cohesión de la
comunidad; es un pensamiento integrador; pero puede también ser crítica: la historia
se convierte en pensamiento disruptivo. Porque, al igual que la filosofía, la
historia puede expresar un pensamiento de reiteración y consolidación de los
lazos sociales o, a la inversa, un pensamiento de ruptura y cambio.(pags. 47 y ss)
Cuál es el papel del historiador de la educación en el proceso de formulación de políticas públicas en el área?
Aun en el presente siglo XXI, es un asunto pendiente la formulación de políticas públicas coherentes en materia educativa |
Partimos de la afirmación de que
el historiador puede y debe tener participación en el proceso de formulación de
políticas públicas.
Para ello es preciso, a nuestro
modo de ver como un elemento muy importante, la consideración de la Historia
como ciencia social integral, es
decir, como una ciencia social de la que el conocimiento que construye es
producto de una visión de la realidad que es abarcadora de diversos ámbitos de
la misma: lo político, lo social, lo económico, lo cultural, etc. Pero que
además es capaz de pensar el presente, el pasado y el futuro en una interrelación
constante, en la búsqueda de respuestas a las exigencias de nuestra vida
personal y social.
El diseñador de políticas
educativas, asumiendo la historia de la educación como herramienta
indispensable de análisis, puede contribuir a satisfacer requerimientos de
diagnóstico, referido a la posibilidad de identificar tendencias y por tanto de
formular diagnósticos. Definir tendencias y proyectarlas en el tiempo, implica
la realización de un ejercicio de comprensión histórica integral de los procesos.
Pero también puede contribuir al proceso de evaluación prospectiva de metas y
objetivos en planes y programas.
En definitiva, el diseño y
formulación de políticas públicas, requiere de la percepción dinámica de la realidad a través de una triple operación:
1.
Identificar tendencias.
2.
Selección de las tendencias que servirán como
campo de acción.
3.
Ponderación de las expectativas sociales y de
todos aquellos factores que las condicionan.
Todos estos procesos pueden ser
realizados a partir de dos procedimientos en esencia, una percepción
cuantitativa de la realidad y una percepción cualitativa de la misma.
¿Cómo actuar en relación con el
estudio de un contexto como el venezolano, donde la estadística propiamente
inicia hacia 1870?
Es este caso un ejemplo de cuándo
resulta clave la percepción histórica de
las tendencias. Este aspecto cobra singular importancia en el ámbito de la
educación, por su vinculación a aspectos difíciles de cuantificar, como por
ejemplo, los usos, costumbres y tradiciones sociales que giran en torno al tema
de la educación como proceso y a la escuela como institución.
Entonces, ¿qué tipo de
profesional se requiere en función de lograr el objetivo de contribuir al
diseño y formulación de políticas educativas utilizando el saber y la visión histórica
como instrumentos de trabajo?
1.
Debe ser un profesional capaz de alcanzar una
percepción integral del hecho social, ubicado en el tiempo histórico, es decir
un científico social integral.
2.
El desarrollo de la disciplina debe conducir
hacia la concepción de la historia como una ciencia
social integral.
Ahora bien, la educación como uno
de los procesos vitales en el desarrollo de toda sociedad, no escapa a las
necesidades de formulación de políticas públicas acertadas y por lo tanto,
cónsonas con las necesidades de formación que constantemente emergen de la
cambiante dinámica de nuestra sociedad.
Ello debe traducirse en el
reconocimiento de la importancia de la formación académica integral de los
planificadores y diseñadores de políticas en el área, en cuyo caso, la
consideración de integral incluye el reconocimiento de la evolución de los
procesos vinculados al desarrollo de la educación venezolana en perspectiva
histórica.
Pensar históricamente la
educación se convierte entonces en un objetivo de formación clave en la idea de
captar tendencias y plantear prospectivas como lo asomábamos con anterioridad.
Particularmente es interesante la
participación del educador con visión histórica en el proceso de formulación de
diagnósticos, debido a las características propias de la realidad venezolana y
latinoamericana, en cuanto a la necesidad y emergencia de significados
particulares y distintos con respecto a determinados conceptos y categorías.
Esto implica la necesidad de
comprender la connotación histórica de los conceptos, es decir la posibilidad
de pensar históricamente los
elementos claves de la dinámica educativa, que intervienen en los procesos de
definición y gestión de política.
Bibliografía
VILLORO, Luis. (2010). El sentido de la Historia. En: VV.AA. Historia ¿Para qué? Siglo XXI Editores. México.
FONTANA, Josep. (2001). La Historia de los Hombres. Crítica. Barcelona. España.
KOFLER, Leo. (1971). Contribución a la historia de la sociedad burguesa. Amorrortu.
México.
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